miércoles, 30 de julio de 2014

William Osuna -Epopeya del Guaire


William Osuna, Caracas, Venezuela, 18 de marzo 1948


Epopeya del Guaire

El río Guaire tiene malos modales, cuando va
en los autobuses nunca le cede el puesto
a las parturientas, se sienta primero que las
damas, en los entierros grita más alto que
las viudas, dice impertinencias del muerto, cuentos de
los otros ríos.

A mí que no me nombre, dice el
Orinoco, no fue grumete en La Invencible ni
pudo unir sus aguas a los siete mares de China.
Los indios lo taparon con concha de totuma
para que los españoles no se lo bebieran.
No se parece a los ríos de don Jorge Manrique.
La mar océano no lo soporta; respecto a
él filosofa como un sabio chino: “Un río que no sabe morir es un golfo”

¿Quién lo maleó?

No lleva doblón, ni sencillo, ni baúl de
pirata en sus dominios.
Tampoco rabo de tigre, tiene la carne peluda.

No trabaja, no canta.
Se monta en un perol de leche o
sobre el capó de un carro a mirar
los colores de la ciudad: es un río
que contempla, no para que lo contemplen.
Tan pobre: si la luna de los amantes
se atreviera a conversar con él ningún puente
la aceptaría; que no le vaya a pelar
los ojos a la laguna negra, el poeta
Acevedo sería capaz de encerrarlo en un soneto.

Bronca de ríos y que hermanos. No me
meto en esos líos familiares. Así me
enseñaron en la escuela. No es mi problema.

Por el camino que da a la selva,
donde se gesta un remolino de caimanes;
y el árbol de caucho brilla como un
estuche de precioso bisturí, Andrés Mejía le fue
a meter chirimbolos del Guaire al Magdalena:
el Magdalena tan reilón con sus dientes de
oro y muelas de esmeralda lo dejó beber
ron durante tres días. No le paró.
Lo emborrachó, le silbó una cumbia, un bambuco.
Y así se lo envió al Motatán, metido en
un guacal de manzanas para la casa de
Hermes Vargas. Cuentos de Andrés. Más sabe Andrés
por Andrés que el Magdalena y sus pedrerías.
La flor fétida, el aceite de las refinerías, la
garcita urbana y una nevera desportillada
son cifras que acompañan. En algunos casos el
sol es un golpe de espuelas contra las
aguas revueltas.

El río Guaire es mi amigo. Yo le
pido la bendición. Él es como un burrito
indómito que atraviesa la ciudad cargado de botellas vacías:
ningún río de las Francias y de las
Alemanias se le compara. Está enamorado de la
quebrada de Catuche. Qué amores
Intercambian bacinillas detrás de los estacionamientos, si los vieran.
El Dumbo Márquez no lo quiere: su Harley Davidson
se ahogó en sus aguas. Yo sí lo
quiero, no es como el Orinoco que se
alimenta de músicos; se tragó toda una orquesta,
y las cartas de amor de Argenis Daza Guevara;
y si no quería cantar y amar, ¿por qué lo hizo?
Qué desperdicio. Tan pedante.

En mi infancia yo quería al Orinoco.
En ese cruce había un araguaney, donde se
enlazaban los gatos, que lo miraban a uno
con sus ojos de oro. El viento corría
por ahí: hablaba como duro cartón. Bajaba gruesa
neblina por La Puerta de Caracas. Todos los
autobuses pasaban de largo y se metían al cine.

Mi infancia que tenía más colores que los
de un poeta de provincia en su provincia,
no distinguía las aguas, todas eran iguales.

lunes, 28 de julio de 2014

Graciela Cros -Cantos de la Gaviota Cocinera


Graciela Cros, Carlos Casares, Prov. de Buenos Aires, 5 de julio 1945


Cantos de la Gaviota Cocinera

1.
Soy una dama que escupe en la calle. Me visto simple y mi vida es un dechado de justicia. Soy una Activa Yegua de la Noche. Un súcubo que expone la superstición y la enfermedad –todo pensamiento está enfermo-. También padezco de fluctuación crítica y voy de la esquizofrenia a la lepra con la majestad de mis actos y mi rostro tallado en Madera de Bebeerú.

3.
Soy una dama que frecuenta los gimnasios -un glúteo atornillado a su lugar es un portal al paraíso-. Soy una Gaviota Cocinera de comportamiento y aspecto inconfundibles. Soy audaz cuando la situación lo amerita y se distrae el Ancestro. La mutación es mi Oficio y la mudez mi Desafío. Paso mis días yendo del Animal Beta al Omega. Casi nunca me detengo en el Alfa. Tengo problemas con la Realidad y ni siquiera hago solitarios.

4.
Soy una dama que cree en el Después y sueña con La Estabilidad de la Unión. Abro la puerta porque llaman pero cada vez son Menos las cosas que me interesan. Aunque lo intento no confío en las Leyes Naturales en consecuencia duermo mal. Duermo poco, Montale, y duermo mal.Duermo mal y no se trata de la pésima calidad del lecho /calidad del hecho/ ni de la escoliosis la torsión o los recuerdos. Se trata de este mal de volverse y revolverse en busca de un lugar verdadero. Una Posición Propia.

5.
Soy una dama con dificultades para el Sostener. En almuerzos y cenas dejo Caer cubiertos al piso. Ando innortada por las calles y maquillo mis ojeras para que no se advierta este Pesar. Me ha sido negada la Fe. Padezco de sonambulismo y mis encías se retraen. Soy una Sospechosa que practica en silencio. Hago escalas. Afino. Descifro pentagramas. Mi lengua está en penumbras. Hablo en la Oscuridad. Lo mío es Persistir.

6.
Soy una dama de músculos nerviosos y cartílagos envarados. Un Instrumento que actúa de acuerdo a reglas elementales de Lo Ordinario: Cuanto mayor es el ave más lento su movimiento.Sin embargo con los años mis garras han duplicado o triplicado su potencia y logro transportar cargas tan pesadas como yo misma. Soy un Halcón Esparvero que transporta a un pato. Soy un Águila Solitaria de las Yungas que transporta a una liebre. Mi alimento es lo sagrado y también lo siniestro. Estoy llena de Madre. Estoy llena de Padre pero en esta función No hay más localidades.

7.
Soy una dama de bajo perfil. Un patito maicero. Un gavilán ceniciento. Un cauquén real. Un ave patagónica que trina en Dialecto. Vivo en mi rama. Salgo poco del nido. Rehúyo las entrevistas y no asisto a vernissages. Entre La Loca y La Muda estoy yo: La Cantora. He dado una vuelta completa alrededor de esta idea a pesar de lo cual aún no encuentro ubicación.

8.
Soy una dama asimétrica que paga con dolor la sumisión de sus vértebras. Soy una Garza Blanca una Bandurria Mora una Cachaña en bandada que vuela cara al viento. Hablo en dialecto sudaqués y la gente me encuentra pintoresca. Soy monolingüe sudaca argento-patagónica mapuche. En otra vida fui consejera espiritual luchadora en fango gimnasta olímpica gata en casa de escritor mujer africana lapidada. En esta soy lenta como semilla de bambú. Los impacientes no me soportan. Ignoro si sembré lo que esperaba cosechar. Ignoro si pretendo cosechar lo que nunca sembré. Soy un personaje de Ficción que escribe una novela en la que hay un personaje de Ficción que escribe una novela y así hasta aburrir. Si me lo pide el editor agrego o quito un Capítulo. Este es mi sino.

13.
Soy un Lemon Pie que otros comen con deleite. Un Bay Biscuit una Vainilla un Brownie. Una masa quebradiza una mixtura. Soy un Hojaldre Pampeano un Pastelito Criollo un Bizcochito de Grasa para el mate del gaucho. Soy un Producto Regional. Un souvenir Made in Patagonia FOR EXPORT.

18.
Soy una dama que sufre de Exclusión. Una Criatura Secundaria. Soy un alga marina y su ceniza. Una Kelper continental intelectual emocional. La Patagonia es mi isla. El Kelperato mi insignia. Vivo en la Cordillera. En verano recojo leña. En invierno paleo nieve y escribo con guantes. Toco palabras a través de una tela.

20.
Soy una dama Insomne que trajina sin Pausa. Una estructura Compleja que colapsa los sábados. En la vigilia hago Planes. Trabajo con la Imaginación. Le temo al Deterioro. La Realidad me abruma. El Hábito del Indolente es mi castigo. Soy la que por las noches come Ansias.

21.
Mi fortaleza despierta comentarios pero todo es puro Simulacro. No hay tal cosa detrás de esta Máscara de hierro. Soy un pichón que en la Tormenta se ha caído del nido. Mientras escribo estas líneas tiemblo tirito tengo Frío.

26.
Soy una dama que oscila entre la Implicación y la Distancia. Una Curruca de los Juncos que teje argumentos. Cuando niña bebí La Leche del Materialismo. Hoy vivo entre las cuatro paredes de mi Imaginación y hago chanzas sobre la delgadez de mi Espíritu. Tengo un mundo y también está en guerra.

27.
Soy una dama que canta Las Cuarenta. Mi poesía es de personajes. Soy un Jote de Cabeza Amarilla una Avutarda un Tordo que baja al jardín para anunciar la nieve. Nadie pide que escriba lo que escribo. No se implique a Otros. Llevo una vida en el Trabajo. En ocasiones Los Reveses suman al Resultado.

36.
Soy una dama que padece El Mal de la Vacilación. Ante la duda emigro y me retiro a mi universo personal. Soy un Chingolo de Pecho Colorado un Gorrioncito de Cresta Gris un Animal Emplumado que arde en Deseos. Adoraría ser un Ente Productivo. Formar parte de lo llamado Real. Integrar una Cifra Estadística. Cabos sueltos no ayudan. Si no fuera porque estoy involucrada con El Arte mi vida entera sería un desastre.

40.
Soy una dama Encerrada con su Monólogo Interior y esto agota. Mi Fluir de Conciencia es incansable. Soy una mujer de cultura que de a ratos /de a raptos/ admite esta condición. Una criatura fantástica de existencia más que efímera /Dudosa. Mi caos creativo es una Decepción. Soy El Antipasto de las Emociones. Una Urraca que canta Las Cuarenta.

sábado, 26 de julio de 2014

Joaquín Cruzalegui -El fugitivo


Joaquín Cruzalegui, Buenos Aires, 15 de octubre 1990



El fugitivo

Siguiendo el mismo camino se erige, despierto,
el fugitivo. Afuera, en la madrugada que lo aprisiona,
el fugitivo sigue el mismo camino con ojeras heladas. Los árboles
se mueven
por el viento y ese movimiento
sacude
los cristales de rocío que dormían sobre sus hojas.

En su acuerdo está implícita la ira y su Dios, omnipresencia
allá afuera, lo obliga a la vorágine. Desnuda el cielo, impaciente
el fugitivo. ¿Será que realmente existe?

¿O es un mero matiz en la
ansiedad de los momentos más oscuros?

El aire se extiende y se presenta interminable en el lenguaje
de este ser. El aire se llena de murmullos, como un bosque
nocturno.

La distancia aprieta (en todas sus vertientes) y desfigura
la forma del cuerpo del fugitivo convirtiéndolo
en lluvia. Llega desde el Sur, constante y silenciosa,
la difícil esencia del fugitivo.
La tierra se desgarra por el agua intranquila
y el camino se va borrando lentamente. El agua y la tierra
forman una arcilla acuosa color canela.
El camino se pierde. Lucha contra
lo inevitable una y otra vez.

El suelo agobiado de tanto agotamiento pide
resequedad. El fugitivo escapa, perseguidor-perseguido
por su Dios, su lecho.
La sensualidad de la desesperación en los pasos
del fugitivo se refleja en los charcos solitarios
que visitan los días.

La plasticidad de la ira hace incontrolable su andar. De acá
para allá, constante.
El delirio, la experiencia y la locura. El magnetismo de
la ceremonia.

En el filo de la mañana el cielo deja de sufrir. Comienza
a destruirse, de a poco y precipitadamente. Se desintegra
en porciones. Y el fugitivo, lento, desconocido, se pierde.
Se hunde en la demencia soñolienta de las mañanas.
Es su propia lengua. Es su propia tormenta. Lo es todo.
Desde hace mucho tiempo y para siempre.

¿Has visto directamente a los ojos del Miedo?
¿Has escuchado a la madera del bosque
llorar en silencio?

jueves, 24 de julio de 2014

Marta Cwielong - Ritual del atardecer

Marta Cwielong, Longchamps, pcia. de Buenos Aires, 28 de enero 1952


Ritual del atardecer

una noche de invierno
tuve miedo
frío
desamparo
todavía la recuerdo
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descarada
ilusa
provocando la noche,
o aunque sea el comienzo del día




martes, 22 de julio de 2014

Ignacio Di Tullio -El sudor de mi padre


Ignacio Di Tullio, Buenos Aires, 18 de agosto 1982


El sudor de mi padre

Cuando yo tenía siete años, todas las mañanas después del ejercicio, mi padre dejaba su remera colgando del perchero, secándose. Mientras se duchaba, yo entraba a su habitación y olfateaba con curiosidad biológica. Varias veces al día regresaba a comprobar cómo variaba el olor del líquido seco en su ropa. No tenía la violencia del uniforme de los desconocidos. Con el correr de las horas, la ropa de mi padre se transformaba en el sudor seco de sus respiraciones. Mismas ropas, vueltas a sudar, cada día, durante semanas. Otras veces, después del trabajo, en sus camisas, la calle: los lugares donde había estado. Cuando yo tenía doce años, en la intemperie seca en su ropa, la esencia densa y concentrada de quien él era. Mi padre, sus jugos: no recuerdo el día exacto en el que todo el proceso fisiológico se convirtió en un solo aliento. El día de la transpiración, cuando agua y palabras brotaron de una misma sangre.