sábado, 6 de agosto de 2016

Carl Sandburg -El pueblo ha de perdurar

Carl Sandburg, Illinois, 6 de enero 1878 – EEUU, 22 de julio 1967
Traducción Eugenio Florit


El pueblo ha de perdurar

           El pueblo ha de perdurar.
El pueblo que aprende y desatina perdurará.
Le engañarán, le venderán, le volverán a vender
y volverá a la tierra a nutrir sus raíces;
el pueblo tan extraño en renovarse y regresar,
que no podemos reírnos de su capacidad de aguante,
el mamut descansa entre sus dramas ciclónicos.

El pueblo tan a menudo dormido, cansado, enigmático,
es un vasto conglomerado de unidades que dicen:
           “Me gano la vida.
           Gano bastante para ir tirando
           y eso me lleva todo el tiempo.
           Si tuviera más tiempo.
           haría más por mí
           y tal vez por los otros.
           Leería y estudiaría
           y discutiría las cosas
           y averiguaría…
           Eso lleva tiempo.
           Ojalá tuviera tiempo”

El pueblo tiene dos caras: es trágico y es cómico:
héroe y rufián: fantasma y gorila que
gime con su boca de gárgola: “Me
compran y me venden…como si fuera un juego…
un día me soltaré…”

           Después de haber sobrepasado
Las márgenes de la necesidad animal,
La torva línea de mera subsistencia,
Entonces llegó el hombre
Al ritual más profundo de sus huesos,
A las luces más livianas que cualquier hueso,
Al momento de pensar en las cosas,
A la danza, a la canción, al cuento,
A las horas entregadas al ensueño,
           Después de haber marchado.

Entre las infinitas limitaciones de los cinco sentidos
y los anhelos sin fin del hombre por lo eterno
el pueblo se agarra al insulso imperativo de comer y
           trabajar
mientras tiende la mano, cuando se presenta la
           coyuntura,
hacia las luces que están más allá de la prisión de los
           cinco sentidos,
recuerdos más duraderos que el hambre y que la
           muerte.

           Y este tender la mano es cosa viva.
Los alcahuetes y mentirosos lo han violado y hollado.
           Pero aún está vivo este tender la mano
           para alcanzar luces y recuerdos.

El pueblo conoce la sal del mar,
la fuerza de los vientos
que azotan las esquinas de la tierra.
Toma el pueblo la tierra
de tumba de descanso y cuna de esperanza.
¿Quién más habla por la Familia Humana?
El pueblo está a tono y paso
con las constelaciones de la ley universal.
El pueblo es policromo,
es espectro y es prisma
apresado en movible monolito,
un órgano de temas que varían,
un clavilux de poemas de color
en donde el mar ofrece niebla
y la niebla se disipa en lluvia
y el ocaso del Labrador se reduce
a un nocturno de estrellas claras,
sereno en el rocío disparado
de la aurora boreal.

El cielo de altos hornos está vivo.
El fuego rompe en blanco y zigzaguea
disparado en metálico crepúsculo.
El hombre tarda mucho en llegar.
El hombre todavía triunfará.
Aún puede el hombre marchar hombro con hombro con
           su hermano:

Este viejo yunque se ríe de tanto martillo roto.
           Hay hombres que no se venden.
           Los nacidos en fuego se hallan bien en el fuego.
           Y las estrellas no hacen ruido.
           No se puede impedir que el viento sople.
           El tiempo es el gran maestro.
           ¿Quién vive sin esperanza?

En lo oscuro con un gran fardo de penas
           el pueblo marcha.
En la noche, con una paletada de estrellas encima
           para siempre, el pueblo marcha:
           “¿Adónde? ¿Y ahora qué?”






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