jueves, 30 de junio de 2016

Nikola Madzirov -Después de nosotros

Nikola Madzirov, Strumka, Macedonia, 27 de mayo 1973
Traducción  Yolanda Castaño y Marija Petrovska


Después de nosotros

Un día alguien doblará nuestras mantas
y las enviará a la lavandería
para eliminar de ellas hasta el último grano de sal,
abrirá nuestras cartas y las clasificará por fechas
y no según la frecuencia con que fueron releídas.

Un día alguien reordenará los muebles de la habitación
como piezas de ajedrez al comienzo de una nueva partida,
abrirá la vieja caja de zapatos
en la que escondíamos los botones caídos de los pijamas,
las pilas no-gastadas-del-todo y el hambre.

Un día volveremos a sentir dolor de espalda
por el peso de la llave de una habitación de hotel
y la sospecha del recepcionista
cuando nos entrega el mando a distancia del televisor.

La piedad de los otros nos seguirá
como la luna a un niño vagabundo.

martes, 28 de junio de 2016

Leila Guerriero -Sálvame

Leila Guerriero, Junín, Bs As, 17 de febrero 1967


Sálvame

Yo no tengo dios, pero, si tuviera, le pediría: salvame.

Salvame de pronunciar, alguna vez, las frases "porque mi libro",
"según mi obra" o "como ya escribí yo en 1998".

Salvame de estar pendiente de lo que digan de mí,
preocupada por lo que dejen de decir, horrorizada cuando no digan nada.

Salvame de la humillación de transformarme en mi tema preferido,
del oprobio de no darme cuenta,
de la vergüenza de que nadie se atreva a advertírmelo.

Salvame de pensar, alguna vez, que en nombre de mi nombre
puedo decir cualquier cosa, defender cualquier cosa, ofender a quien sea.

Salvame de creer que un anecdotario personal
(mío: de cosas que me hayan sucedido a mí)
puede ser el tema excluyente de una conferencia de dos horas
o de un seminario de una semana.

Salvame de esperar que lo que escribo —o digo— le importe a mucha gente.

Salvame de traer a colación, en todas las conversaciones de café,
en cada sobremesa con amigos, lo que yo escribí, lo que yo hice.
Salvame de traer a colación, en todas las conversaciones de café,
en cada sobremesa con amigos, lo que dicen los demás de lo que yo escribí,
lo que dicen los demás de lo que yo hice.

Salvame de creer que nadie lo hace mejor que yo.
Salvame de la ira contra quienes lo hacen mejor que yo:
salvame de odiarlos secretamente y de decir,
en público, que son resentidos, mediocres y plagiarios.

Salvame de creer que, si no estoy invitada, entonces la cena, el congreso,
el encuentro no son importantes.

Salvame de la confusión de suponer que me recordarán por siempre.

Salvame de la tentación de pensar que lo que escribiré mañana
será mejor que lo que escribí ayer.

Salvame de la catástrofe de no darme cuenta de que ya nunca más
podré escribir algo mejor que lo que escribí ayer
(dame la astucia para entenderlo, el valor para vivir con eso y
el temple de bestia que se necesita para no volver a intentarlo).

(Salvame de pronunciar, alguna vez, las frases
"sólo iré si me dan un pasaje en primera clase" y "sólo iré si voy con mi marido".
Salvame de creer, alguna vez, que mi editor debe ser también mi enfermero,
mi mayordomo, mi terapeuta, alguien que tiene la obligación
de ir a buscarme al aeropuerto, pasearme por una ciudad desconocida
un domingo de sol y atender a mis más íntimos trances en la convicción
de que hasta mis más íntimos trances son sagrados.)

Salvame de perder la curiosidad por nada que no sea yo, mi, mío, para mí,
por mí, de mí, conmigo, en mí, contra mí, según yo.

Salvame de copiarme a mí misma, de usar siempre el camino que conozco.
Salvame de no querer tomar el riesgo, o de tomarlo sin estar dispuesta
a que el riesgo me aniquile.

Salvame de la adulación. Salvame de escuchar sólo lo que me hace bien,
y de despreciar todo lo que no me alaba.

Salvame de necesitar la mirada de los otros.

Salvame de ambicionar el camino de los otros.

No me salves de mí.

De todo lo demás: salvame.

domingo, 26 de junio de 2016

Thomas Chatterton -Adiós

Thomas Chatterton, Bristol, 20 noviembre 1752 - Londres, 24 agosto 1770
Traducción Juan Arabia


Adiós

¡Adiós Bristol, sórdidas pilas de ladrillos,
amantes de las riquezas, adoradores del engaño!
Rechazaron al niño que les regaló viejas baladas,
y al que pagaron por su erudición con alabanzas vacías.
¡Adiós, concejal, sigue tragando idiotas
con tu naturaleza equipada en armas de corrupción!
Me voy donde crecen los himnos celestiales;
Pero vos, cuando mueras, te hundirás en el infierno.
¡Adiós, madre!—acaba con mi alma angustiada,
¡No dejes que el oleaje me distraiga!
¡Ten piedad, Cielo! Cuando deje de vivir aquí.
Y perdonen este último acto de miseria.

viernes, 24 de junio de 2016

May Swenson -Sangrar

May Swenson, Utah, 28 mayo 1913 – Delaware, EEUU, 4 diciembre 1989
Versión Sandra Toro


Sangrar

Pará de sangrar dijo el cuchillo.
Si pudiera lo haría dijo el corte.
Pará de sangrar me hacés enchastrar de sangre.
Perdón dijo el corte.
Pará o me hundo más dijo el cuchillo.
No por favor dijo el corte.
El cuchillo no dijo no puedo evitarlo
pero se hundió más.
Si no sangraras dijo el cuchillo no tendría
que hacer esto.
Ya sé dijo el corte sangro tan fácil odio
no poder hacer nada quisiera ser cuchillo
como vos y no tener que sangrar.
Bueno dijo el cuchillo mientras tanto pará de sangrar ¿si?
Estás que das asco y cada vez más adentro dijo el corte
voy a tener que parar.
¿Paraste? dijo el cuchillo.
Creo que ya casi paré.
Primero ¿por qué tenés que sangrar? dijo el cuchillo.
Tal vez por la misma razón por la que vos tenés que hacer
lo que tenés que hacer dijo el corte.
No soporto la sangre dijo el cuchillo y se hundió más profundo.
Yo también la detesto dijo el corte ya sé no sos vos soy yo
tenés suerte de ser cuchillo tendrías que estar contento.
Demasiados cortes dijo el cuchillo son un asco
no sé cómo se aguantan entre ellos.
No se aguantan dijo el corte.
Estás sangrando otra vez.
No ya paré dijo el corte mirá cuando salís
la sangre se seca se limpia y quedás brillante de nuevo.
Si los cortes no sangraran tanto dijo el cuchillo
saliendo un poco más.
Pero los cuchillos se desafilan dijo el corte.
Todavía estás sangrando un poco dijo el cuchillo.
Espero que no dijo el corte.
Lo siento apenas una pizca.
Será una pizca pero puedo parar.
Todavía hay algo de humedad dijo el cuchillo y se hundió
un poquito pero enseguida salió otro poquito.
Lo justo no más dijo el corte.
Suficiente ahora pará ¿estás mejor? dijo el cuchillo.
Me temo que tengo que sangrar para sentir dijo el corte.
Yo no yo no tengo que sentir dijo el cuchillo ya secándose
y volviendo a brillar.

miércoles, 22 de junio de 2016

Joni Mitchell -Un chico extraño

Joni Mitchell, Fort Macleod, Canadá, 7 de noviembre 1943  
Traducción Griselda García


Un chico extraño

Un chico extraño zigzaguea
un rumbo de gracia y caos
en una patineta amarilla
por el tránsito del mediodía en la vereda

Justo cuando creo que es tonto e infantil
y yo quiero que sea un hombre
encuentro que mi tonta y mi niña
necesitan amor y comprensión

Qué extraño chico extraño
todavía vive con su familia
ni la guerra ni la marina
podrían hacerlo madurar

Sigue hablando de los días de escuela
y aferrándose a su niño
movedizo y acosado
su loca sabiduría conserva algo salvaje
me pidió que sea paciente
bueno, fallé
“¡crecé!”, le grité
y mientras el humo se disipaba me dijo
“dame una buena razón para hacerlo”

Qué extraño chico extraño
ve los autos como conjuntos de olas
secuencias de masa y espacio
ve el daño en mi cara

Nos drogamos con viajes
y nos emborrachamos con alcohol
y con amor, el veneno y la medicina más fuerte de todas

Mira cómo ese sentimiento viene y va
como la atracción de la luna en las mareas
ahora estoy surfeando y levantándome
ahora resecas costillas de arena a su lado

Qué extraño chico extraño
le di ropas y joyas
le di mi cuerpo tibio
le di poder sobre mí

Mil ojos de vidrio miraban
en un sótano lleno de antiguas muñecas
encontré un viejo piano
y dulces acordes subieron en pasillos encerados de Nueva Inglaterra

Mientras los pupilos roncaban
bajo las crujientes sábanas blancas del toque de queda
éramos amantes nuevos entonces
éramos fuego en la casa de las reglas rígidas

lunes, 20 de junio de 2016

Nazim Hikmet -Tus manos y la mentira

Nazim Hikmet, Salónica, 20 de noviembre 1901-Moscú, 3 de junio 1963
Versión  Fernando García Burillo


Tus manos y la mentira

Graves como las piedras,
Tristes como canciones de presidio,
Pesadas y macizas como bestias de carga,
                     Tus manos se parecen
                                   al rostro endurecido
                                                de los niños hambrientos.

            Ágiles, laboriosas como abejas,
Pródigas como ubres desbordantes de leche,
Intrépidas lo mismo que la naturaleza,
Bajo su dura piel, tus manos guardan
                                       la amistad y el afecto.

               No está nuestro planeta sostenido
por los cuernos de un buey:
               Tus manos lo sostienen...

              ¡Qué hombres, nuestros hombres!
Los mantienen a fuerza de mentiras,
Siendo que andan hambrientos,
              Faltos de carne y pan,
Y dejan este mundo, al que cargan de frutos,
Sin poder verlos en la mesa propia
              ni siquiera una vez.

¡Qué hombres, nuestros hombres!
Sobre todo los de Asia, los de África,
del medio Oriente, del Cercano Oriente,
los de las tantas islas del Pacífico
y los de mi país,
es decir, mucho más del setenta por ciento
de los hombres del mundo:
Están adormecidos, están viejos,
Siendo listos y jóvenes como lo son sus manos...

                ¡Qué hombres, nuestros hombres!
Ustedes, mis hermanos de América o Europa,
Tan alertas y audaces,
A quienes, sin embargo, los aturden
lo mismo que a sus manos,
                                    Y les mienten,
                                                  y los hacen marchar...

                    ¡Qué hombres, nuestros hombres!
Si mienten las antenas de las radios,
Si mienten las enormes rotativas,
Si miente el libro y mienten los afiches,
Si mienten los anuncios de los diarios,
Si mienten las desnudas piernas de las muchachas
                    en el teatro y en el cine,
Si hasta mienten las canciones de cuna,
Si miente el sueño, si el pecado miente,
Si miente el violinista de la boite,
Si miente el plenilunio
                    en las noches sin ninguna esperanza,
Si mienten la palabra,
                    el color y la voz,
Si miente el que te explota,
                    el que explota tus manos,
Si todo el mundo y todas, todas las cosas mienten,
                    a excepción de tus manos,
Es para que tus manos siempre sean
                   dóciles como arcilla,
                   ciegas como la noche,
                   idiotas como el perro del pastor,
Y para que jamás se subleven tus manos

Y para que no acabe jamás tanta injusticia
                 -Ideal del traficante-
Sobre este mundo nuestro,
                este mundo mortal
Donde poder vivir
                sería lo mejor.

sábado, 18 de junio de 2016

Alberto Greco -Pobre Mina!

Alberto Greco, Bs As, 15 de enero 1931 – Barcelona, 14 de octubre 1965 


Pobre Mina!

¡Pobre Mina!
no despertando
ni ganas de hacer reír.
¡Pobre Mina!
que te consuelas
escuchando por la radio
lo que nadie tiene estómago
para decirte.
¡Pobre Mina!
que seguís tirando
de la vida
por una ilusión,
como un burro
que le han puesto
una zanahoria
para llegar hasta el final.
Tienes la boca llena
de pinchos como un tenedor.
¡Pobre Mina!
¿Qué mal has hecho
para que la vida te trate así?
Ventilas el destino
andando por las calles
como un carnaval olvidado.

jueves, 16 de junio de 2016

Roberto Bolaño -Lupe

Roberto Bolaño, Santiago de Chile, 28 abril 1953 – Barcelona, 15 julio 2003


Lupe

Trabajaba en la Guerrero, a pocas calles de la casa de Julián
y tenía 17 años y había perdido un hijo.
El recuerdo la hacía llorar en aquel cuarto del hotel Trébol,
espacioso y oscuro, con baño y bidet, el sitio ideal
para vivir durante algunos años. El sitio ideal para escribir
un libro de memorias apócrifas o un ramillete
de poemas de terror. Lupe
era delgada y tenía las piernas largas y manchadas
como los leopardos.
La primera vez ni siquiera tuve una erección:
tampoco esperaba tener una erección. Lupe habló de su vida
y de lo que para ella era la felicidad.
Al cabo de una semana nos volvimos a ver. La encontré
en una esquina junto a otras putitas adolescentes,
apoyada en los guardabarros de un viejo Cadillac.
Creo que nos alegramos de vemos. A partir de entonces
Lupe empezó a contarme cosas de su vida, a veces llorando,
a veces cogiendo, casi siempre desnudos en la cama,
mirando el cielorraso tomados de la mano.
Su hijo nació enfermo y Lupe prometió a la Virgen
que dejaría el oficio si su bebé se curaba.
Mantuvo la promesa un mes o dos y luego tuvo que volver.
Poco después su hijo murió y Lupe decía que la culpa
era suya por no cumplir con la Virgen.
La Virgen se llevó al angelito por una promesa no sostenida.
Yo no sabía qué decirle. Me gustaban los niños, seguro,
pero aún faltaban muchos años para que supiera
lo que era tener un hijo.
Así que me quedaba callado y pensaba en lo extraño
 que resultaba el silencio de aquel hotel.
O tenía las paredes muy gruesas o éramos los únicos ocupantes
o los demás no abrían la boca ni para gemir.
Era tan fácil manejar a Lupe y sentirte hombre
y sentirte desgraciado. Era fácil acompasarla
a tu ritmo y era fácil escuchada referir
las últimas películas de terror que había visto
en el cine Bucareli.
Sus piernas de leopardo se anudaban en mi cintura
y hundía su cabeza en mi pecho buscando mis pezones
o el latido de mi corazón.
Eso es lo que quiero chuparte, me dijo una noche.
¿Qué, Lupe? El corazón.

martes, 14 de junio de 2016

Rainer Maria Rilke -Canciones De Los Ángeles

Rainer Maria Rilke, Praga, 4 diciembre 1875-Suiza, 29 diciembre 1926
Versión  Adrian Kovacsics


Canciones De Los Ángeles

No he soltado a mi ángel mucho tiempo,
y se me ha vuelto pobre entre los brazos,
se hizo pequeño, y yo me hacía grande:
de repente yo fui la compasión;
y él, solamente. un ruego tembloroso.

Le .di su cielo entonces: me dejó
él lo cercano, de que él se marchaba;
a cernerse aprendió. yo aprendí vida,
y nos reconocimos . lentamente...

Aunque mi ángel no tiene ya deber,
por mi día más fuerte desplazado,
baja a veces su rostro con nostalgia,
como si no quisiera ya su cielo.

Querría alzar de nuevo, de mis pobres
días, sobre las cimas de los bosques
rumorosos, mis pálidas plegarias
basta la patria de los querubines.

Allí llevó mi llanto originario
y pensamientos; y mis diminutos
dolores se volvieron allí bosques
que susurran sobre él...

Sí algún día, en las tierras de la vida,
entre el ruido de feria y de mercado,
la palidez olvido de mi infancia
florecida, y olvido el primer ángel,
su bondad, sus ropajes y sus manos
en oración, su mano bendiciendo;
conservaré en mis sueños más secretos
siempre el plegarse de esas alas,
que como un ciprés blanco
quedaban detrás de él...

Sus manos se quedaron como ciegos
pájaros que, engañados por el sol,
cuando, sobre las olas, los demás
se fueron a perennes primaveras,
han de afrontar los vientos invernales
en los tilos vacíos, sin follaje.

Había en sus mejillas la vergüenza
de las novias, que el espanto del alma
tapan con púrpuras oscuras
ante el esposo.

Y en los ojos había
resplandor del primer día:
pero sobre todo
descollaban las alas portadoras...

Había expectación en la llanura
por un huésped que no acudió jamás:
aún pregunta tal vez el jardín trémulo:
su sonrisa después se vuelve inválida.

Y por los barrizales aburridos
se empobrece en la tarde la alameda,
las manzanas se angustian en las ramas
y les hacen sufrir todos los vientos.

Es donde están las últimas cabañas
y casas nuevas que, con pecho angosto,
se asoman estrujadas, entre andamios miedosos,
quieren saber dónde empieza el campo.

Allí la primavera siempre es pálida, a medias,
el verano es febril tras esas tablas:
enferman los ciruelos y los niños,
y tan sólo el otoño allí tiene algo

de remoto y conciliador: a veces
son sus tardes de suave derretirse:
dormitan las ovejas, y el pastor con zamarra
se apoya, oscuro, en la última farola.

Alguna vez ocurre en la honda noche
que se despierta el viento, como un niño,
y pasa la alameda, solitario,
quedo, quedo, llegando hasta la aldea.

Y a tientas va marchando hasta el estanque
y se para después a oír en torno:
y las casas están pálidas todas
y las encinas mudas...




domingo, 12 de junio de 2016

Luis Cruz -quién diseñó las pirámides

Luis Cruz, Almagro, 20 de junio 1952 


quién diseñó las pirámides
y las escalas
los pentagramas l
las catedrales cárceles
y permisos
llaves magnéticas
esta pantalla
los reglamentes confesionarios
y divanes pastilleros
y jarabes
la muerte de la selva
las islas
dónde muertes
filtros y ene+ene
tus cicatrices de arena
tu escalofrío
el descarmiento de los estúpidos
nuestras pesadas lágrimas las ganas
y la bastedad
el primer grito
y las manos juntas
los tragamiedos
los horrores de cálculo
hiroshima esma
sucede cuándo respiramos
divulgamos
las tripas abortamos
misterios no permitimos
quién los rezos rebajados
las dietas y las gulas l
los relámpagos de tu piel
las trampas
que sucedieron
las razas amarillas
los cuartos ciegos
placeres naftalinas
cielos en polvo
espejos para bailarte
lunas para morir
de afuera parques
para agitar tu sangre
miembros
de feria calamidades condicionadas
severos & avecillas sexsenios
disponibles
remedos de escaleras
mentiras para casa quién llama
de qué hablas
no soy más el calco
de jonás quién apesta en este paño?

viernes, 10 de junio de 2016

Arthur Rimbaud -El barco ebrio

Arthur Rimbaud, Charleville, 20 octubre 1854 – Marsella, 10 noviembre 1891
Traducción Raúl Gustavo Aguirre



El barco ebrio

Cuando yo descendía los ríos impasibles,
De pronto me sentí libre de sirgadores;
Los habían cazado pieles rojas horribles
Y clavado desnudos en postes de colores.

A mis tripulaciones siempre fui indiferente,
Con mis trigos flamencos o mi algodón inglés.
Cuando todo el mundo cesó con esa gente,
Los ríos me dejaron en libertad después.

Entre los movimientos de mareas bizarras,
¡Yo, en invierno, más sordo que un cerebro de infante,
Corrí! Y las penínsulas que soltaron amarras
No padecieron nunca un caos más triunfante.

La tempestad bendijo mis auroras marítimas.
¡Más liviano que un corcho dancé sobre las olas
Que se llaman eternas portadoras de víctimas,
Sin añorar el ojo tonto de las farolas!

Más dulce que a los niños las manzanas primeras,
El agua verde entró en mi casco de pino
Y dispersó el timón y lavó mis maderas
De vómitos y manchas azuladas de vino.

Y desde aquel entonces me bañé en el Poema
Lactescente del Mar, por astros penetrado;
Tragué el azur verdoso donde, absorto en su tema
Flota y a veces baja pensativo un ahogado.

Donde tiñen de pronto el azul que delira
En ritmos lentos bajo el diurno esplendor,
Más fuertes que el alcohol, más vastos que la lira,
Al fermentar, los rojos amargos del amor.

Los cielos en relámpagos he mirado estallar
Y también las resacas, las trombas, las corrientes:
La noche, el Alba hirviente como un palomar,
¡Y vi lo que creyeron ver algunos vivientes!

Vi el sol bajo tiznado de místicos horrores
Iluminar con coágulos enormes y violetas
Parecidos, en viejos dramas, a los actores,
A las olas que huían con sus fiebres secretas.

Soñé la noche verde con nieves infinitas
Que besaban los ojos de un mar que se levanta
En la circulación de savias inauditas,
¡Y el azul amarillo del fósforo que canta!

Seguí meses enteros, como las vaquerías
Histéricas, la ola hacia escollos apáticos
Sin pensar que los pies ígneos de las Marías
Pueden tirar de los Océanos asmáticos.

¡He topado, sabéis, increíbles Floridas
Donde asomaban ojos de panteras con pieles
De hombres! Arcoiris tirando como bridas,
En cielos submarinos, de verdosos tropeles.

¡Vi fermentar pantanos enormes, como trampas
Donde se pudre en medio del junco el Leviatán!
Vi deslizarse el agua por misteriosas rampas
Y vi los horizontes que hacia el abismo van.

¡Soles de plata, cielos de brasas encendidas,
Glaciares, varaduras en los golfos traidores
Donde boas gigantes por las chinches comidas
Se caen de los árboles entre negros olores!

¡Ah, mostrar a los niños esas criaturas vivas,
Esos peces de oro, esos peces cantantes!
Espumas de colores mecieron mis derivas
Y vientos inefables me alaron por instantes.

A veces, mártir harto de polos y ecuadores,
El sollozo del mar calmaba mi rolido
Y subía hacia mí sus prodigiosas flores,
Y yo era una mujer, de rodillas caído...

Isla casi, meciendo las disputas eternas
Y el estiércol de rápidas aves de ojos dorados,
Yo navegaba cuando, por entre mis cuadernas,
Caminando hacia atrás bajaban los ahogados.

O bien, barco perdido en bahías apáticas
Que hacia el éter sin pájaros arrastró el huracán,
Yo a quien los Monitores y las naves hanseáticas
El casco ebrio de agua nunca reflotarán;

Libre, ardiente, trepado por las brumas violetas,
Yo que al igual que un muro hendí el cielo del sur,
Que llevo, dulce grato a los buenos poetas,
Sarpullidos de sol y gargajos de azur;

Que corría, manchado de lúnulas eléctricas,
Tabla loca escoltada por negros hipocampos,
Cuando el verano hundía con trompadas frenéticas
El cielo ultramarino en los ardientes campos:

Yo que temblé al sentir en otras latitudes
El cielo del Behemont y los Maelströms inquietos,
Hilandero sin fin de azuladas quietudes,
¡Hoy añoro la Europa de antiguos parapetos!

Vi siderales archipiélagos, e islas
Con cielos delirantes libres al remador:
—¿Duermes en esas noches sin fondo, allí te aíslas,
Millón de aves de oro, oh futuro vigor?—

¡Tanto lloré! Las albas son siempre melancólicas,
Toda luna es atroz y todo sol amargo:
El acre amor me hinchó de torpezas alcohólicas.
¡Oh, que mi quilla estalle! ¡Y yo siga de largo!

Si algún agua de Europa deseo es esa charca
Oscura y fría donde hacia el rojo poniente,
En cuclillas un niño triste suelta una barca
Tan frágil como una mariposa reciente.

Olas, no puedo ya, lánguidas compañeras,
Seguir a los airosos cargueros de algodones,
Ni pasar a través de orgullosas banderas
Ni afrontar los horribles ojos de los pontones.

miércoles, 8 de junio de 2016

Ces Le Mhyte -Cuesta mucho pulir...

Ces Le Mhyte, Buenos Aires, 24 de Diciembre 1980



                                                             "Pero del futuro, los sabios captan
                                                              lo que se avecina. En ocasiones
                                                              su oído, en las horas de honda reflexión,
                                                              se sobresalta. El secreto rumor
                                                             les llega de hechos que se acercan.”
                                                                                                                                                                                                                                                    Kavafis


Cuesta mucho pulir las piedras,
y siempre hay capas de manchas
de no sé qué cosa
que hace la labor más ardua.

Se saca brillo a la fuerza
de limadas, pisones y remaches,
pero siempre está una parte
a punto de ahuecarse.
Así que no quedará otra
que dejar el destello oscuro
moldearse a su libre arbitrio.

Algo otorga el don
de la escucha incluso en el estruendo,
pero el viento amanecido sigue cubriendo
las faldas de la sustancia última de las cosas.

Un erizo de golpe salta
sobre ese montículo de esferas
repletas de granito,
encontrando vencida la dureza
que supone toda escultura del refugio.

Es probable que ya lo supiera,
así apareciendo sin rastros en la niebla
quiso manifestar la carencia de forma
del tributo otorgado a la vieja
trinchera de apariencias estancadas
en las fisuras del barro crudo
de la memoria y el olvido.


lunes, 6 de junio de 2016

Louis Aragon -Nosotros hemos hecho...

Louis Aragon, París, 3 de octubre 1897-París, 24 de diciembre 1982
Traducción Rubén Reches


Nosotros hemos hecho el bien así como ellos han hecho el mal.
Hemos impedido que aplaste a un ciego
A un joven automovilista inexperto.
Punto uno
Luego tendiendo una mano caritativa ante todo
Hemos cruzado el bulevar Péreire
Con una mamá cargada de lactantes.
Punto dos
Hemos saludado todos los entierros
Hemos aplastado con desprecio e insultos
A todos los pisaverdes y otros inútiles
Punto tres
Hemos prodigado en nuestro candoroso ardor
Palabras de aliento a todos los buenos ancianos
A los trabajadores a los niños de la escuela a las viudas
Punto cuatro
A los huérfanos a los empleados del subterráneo
A los lustrabotas a los profesionales
De la palabra a los telegrafistas

En una palabra
Como el buen emperador Trajano
Bien podemos decir en este atardecer luminoso
Que no hemos perdido del todo nuestro día

sábado, 4 de junio de 2016

Julio César Azzimonti -Raras como encendidas

Julio César Azzimonti, Zárate, 15 de julio 1943


Raras como encendidas

Es 2016
Es 24 de Marzo
Hace 40 años
Madres marcharon                                                                                                                                    
1

1977

¿ cuándo empezó a girar la calesita
de la vida o la nada?
¿fue en la época en que las vendas blancas
en los ojos treparon hacia el pelo
y empezaron a verse siluetas
que buscaban agujeros en el tiempo?

cuando empezó a girar la calesita
de los huesos con memoria
arreciaba la tormenta
que dijeron duraría
tantos años como la pena

en principio ¡circulen!, ¡circulen!
¿ cómo llenar vidas de vacío
vacío de vacío
vacío de vidas de la memoria
recuerdos de vacíos
vacíos encarnados
vacíos con huesos
huesos con números
números humanos?

cuando la calesita de los jueves
comenzó a girar ¡circulen!
los ríos de piedra ¡circulen!
con nombres de calles ¡circulen!
hicieron brillar sus cubos de granito
donde habitaba el secreto del río y el concreto

¿ qué calesita es esta tripulada
por mayoría de mujeres ¡circulen!
que vienen de la llanura?

¿qué  calesita es esta
donde los pibes y las pibas
devorando su tiempo
no están?

¿qué calesita es esta
donde la música es sonido
de suelas pasionarias solitarias
raspando el silencio de las baldosas?

(un susurro de miradas dijo:
son madres raras
de un sur que se pretende suprimir
aniquilando su ensurración)

3

madres se vieron
sinmadres descarnadas
sobre el paisaje fulero de presagios

carne y flor aparecidas de la nada
cabezas y estupor sin nombre
marchan girando y girando
en esa puta plaza
hambrienta de gestos

porque sólo el gesto
el gesto y la mirada encendida
cuando la palabra
y aún la gutura
se habían clausurado
confinándose a los vientres

ojos que se mueven
soltando su pavor
frentes que se arrugan
manos que señalan sin rumbos
dedos que palpan rigores eléctricos
pies que a pesar de todo
se mueven sin parar

contaron como murmullo:
se ven lágrimas blancas
si
lágrimas blancas
contaron en los barrios alunados
en los suburbios del miedo
lágrimas raras
que se encienden al tocar la tierra

había si
compulsión de fervores
y delirio de martirios
clavando una estaca
en el corazón de la pirámide

(el destino
siempre atento a todo dijo:
“comenzó la molienda de la historia implantada”

5

calesita extraña esa marchando
cuando llegó un calesitero
del tamaño de un hijo
 tordillo de dientes como espadas
ofreciendo sonriente en cada giro
sortijas argollas de granadas
cuando el tiempo Azucena
se parió sin reloj
metiéndose en las profundidades
del gesto

los bárbaros del mundo
cuadraron sus brújulas en el sur
y convocaron a sus manadas diciendo:
“hay mujeres raras transformándose
en madreselvas
encendidas marchan circulando
los jueves de todas las semanas
carne y flor creciendo
en  ese ensimismo país
tan al sur de todo sur      

7

cuando estalló
tamaña rabia metálica
en los dueños paroxísticos
de la historia
concurrieron a delirar uniformados
los cazadores de jetas
los cazadores de vientres
los cazadores de bocas
los cazadores de palabras
los cazadores de libros
los cazadores de gestos

salieron desangelados
con sus cruces en llamas

salieron con linternas negras
y corazas de mármol robadas
a defender sus criptas

¡época tan ciega
habráse madre cometido
devorando tanto afiebrado futuro
rompiendo el cristal de la utopía!

¡cómo se vienen madre para apropiarse
del mito carnal de la llanura
de la montaña y de los ríos!

cuando videntes
caen los jóvenes en racimos
sobre esta desmesura
de tierra nuestra
hermética y lejana
tan al sur de todo sur

8                      

¡ época tan desgarrada
habrase madre
zumbando ciega¡

¿sobre cuáles tumbas sin forma
esparcieron sin destino
semillas vibrantes de sueños?

fusiles de espejo turbio
los jetapatrias del aire arrojaron al río
la carne palpitante que los enervaba
los jetapatrias del mar
se encerraron medrosos
a retorcer cuerpos y génes
los jetapatrias de tierra

sintieron en sus plexos
que la Inquisición los bendecía
cuando arrancaban los ojos
y las tripas

9

como alunado aparece este sol
sudestando todos los suburbios
los barrios y las cercas

como ahuesadas brotan lámparas
alumbrando incipientes
cementerios de humo
cuando el río sin márgenes
los recibió de las nubes
para guardarlos
sabiendo que el río devuelve
lo que no le pertenece

¡ época tan honda madre¡
cuando el enfurecido contrarreloj de la historia
agitó de repente el látigo
haciendo vibrar los ríos de piedra
juntando los barrios  silenciados

certezas aparecieron
ellas
Madreselvas empecinadas
saliendo a florar los jueves
sembrando de lámparas las ochavas
y de susurros las habitaciones

lágrimas bálsamos aparecidas
lágrimas blancas abriendo honduras
liberando gorriones sin nombres aun

muñecos niños apenas destetados
apenas hirsutos
pronto reverberando de preguntas
pronto calenturientos de respuestas
casi ensoñados
conciencia embroncada
con el fraude de la historia en contra
surgiendo entre adoquines
con gusto a cielo

cuando el silencio se partió en gritos
le arrancaron la llave a la historia

(todavía llevaban en su cuerpo
siestas de leche ellas
siestas de jungla ellos
siestas rumiadas con perros ellos
y ellas libros de cáñamo
entre las ingles)

10

la época desmesuró lucidez
cuando tirando candados y linternas
salieron a las calles
a pelearles al patrón de la vereda
palmo a palmo las baldosas

madreselvas
historia tan bruta
habrá senos caído encima
arrancando a mandobles
tan encendida carne
tanto futuro vibrante

madre
cuántos mis amigos partieron
florando alto
presintiendo algo
entre temblores y conciencia
empecinados en aparecer
saltando la historia del fraude
colgados de las palabras
como espinas
con la escuela apenas atrás
de sus espaldas


lágrimas y caricias blancas
Madreselvas erguidas
en la soledad del horizonte fantoche

tan disonante historia
abrá senos contado
para que fueran al muere
los eter jóvenes
que venían del futuro
a incrustarse en el pasado
dentro de esta coraza de cielo martingala

bajo esta máscara uniformada
con fusiles en los tálamos
la pedagogía del algo tuvieron que ver
ha parado de crecer
bajo esta máscara uniforme
yacen los brotes inconclusos
claves y muñones
en esta tierra madre
que se deberá remover
pala a pala terrón a terrón
hasta que aparezca el nombre

 11                                      

blanco amor
carne y flor empecinada
apareciendo
entre el hielo de los días
cuando el enterrador de imágenes
se perfiló sin memoria

madre
cuantos mis amigos estaban
tan llenos de certezas
en los labios besos y broncas
en los ojos razones y sueños
en la piel pasiones y enigmas
y en los oídos
si
sirenas a mansalva
y repiquetear de agonías
en las parrillas verticales

certezas de los días blindados
brújula cuarteada al sur
los gorriones y los juegos van a volver
cuando ellas se subieron a la calesita
y marchando la empujaron

mocos en las ñatas color rosado
en las mejillas
reaparecen los pibes limoneros
asaltando los jardines
cabalgando escobas como potros
tripulando gigantes los roperos
del suburbio
lúcidos los ojos acuñando ventanas

( vivo muertos más vivos
con las palmas brotadas extendidas
nos miran
desde la nube barrilete
cielo bastardo de los oprimidos)

 17                          

vemos entre los escombros y las cruces
vemos nítidas
a las madres del sur
ojos de lino perfil de patria
andar de llanura
marchando
caminan tranquilas ensuradas
siento el impulso de marchar con ellas
quiero decir hacia ese lugar
donde no hay geografía
ni materia
ni siquiera razón
sólo sur
ese sur que está más allá de todo sur
raras Madreselvas encendidas
marchando
calesita de los jueves en la memoria
burbujas blancas interminables
marchan
zapatos de agudo polvo
grabando las baldosas
historia de historias
palabra de palabras
susurro de susurros
gesto de gestos
marchan
Madreselvas
florando la memoria del sur
tan bruta
                 Nomeolvides


                                         









































jueves, 2 de junio de 2016

Leonardo Sciascia -Sicilia, su corazón

Leonardo Sciascia, Racalmuto, 8 enero 1921 – Palermo, 20 noviembre 1989  
Versión Gerardo Gambolini


Sicilia, su corazón 

Como Chagall, quisiera capturar esta tierra
en el ojo inmóvil del buey.
No un lento carrusel de imágenes,
un halo de nostalgia: tan sólo
estas nubes coaguladas,
los cuervos que descienden lentamente,
y los rastrojos quemados, los árboles escasos
que se abren como filigranas.
Un espejo miope de pena, un destino opresivo
de lluvia: tan lejos está el verano
que extendió aquí su caliente desnudez
escamosa de luces — y tan diferente
es el anuncio del otoño,
sin las voces de la vendimia.
El silencio es voraz en las cosas.
Se quiebra, si la flauta de caña
se anima a sonar: y se esparce un profundo miedo.
Los antiguos no reían bajo esta luz,
estrangulada por la nubes, que gime
en los prados miserables, en las costas escarpadas,
en el ojo cenagoso de las fuentes;
las ninfas perseguidas
no se escondían aquí de los dioses; los árboles
no nutrían a los héroes con frutos.
Aquí Sicilia escucha su vida.