domingo, 30 de abril de 2017

Leonel Rugama -La tierra es un satélite de la luna

Leonel Rugama, Estelí, 27 de marzo 1949 – Managua, 15 de enero 1970


La tierra es un satélite de la luna

El Apolo 2 costó más que el Apolo 1
el Apolo 1 costó bastante.
El Apolo 3 costó más que el Apolo 2
el Apolo 2 costó más que el Apolo 1
el Apolo 1 costó bastante.
El Apolo 4 costó más que el Apolo 3
el Apolo 3 costó más que el Apolo 2
el Apolo 2 costó más que el Apolo 1
el Apolo 1 costó bastante.
El Apolo costó un montón, pero no se sintió
porque los astronautas eran protestantes
y desde la luna leyeron la Biblia
maravillando y alegrando a todos los cristianos
y a la venida el papa Paulo VI les dio la bendición.
El Apolo 9 costó más que todos juntos
junto con el Apolo 1 que costó bastante.
Los bisabuelos de la gente de Acahualinca tenían menos
hambre que los abuelos.
Los bisabuelos se murieron de hambre.
Los abuelos de la gente de Acahualinca tenían menos
hambre que los padres.
Los abuelos murieron de hambre.
Los padres de la gente de Acahualinca tenían menos
hambre que los hijos de la gente de allí.
Los padres se murieron de hambre.
La gente de Acahualinca tiene menos hambre que
los hijos de la gente de allí.
Los hijos de la gente de Acahualinca no nacen por
hambre,
y tienen hambre de nacer, para morirse de hambre.
Bienaventurados los pobres porque de ellos será la luna.

viernes, 28 de abril de 2017

Marlene Nourbese Philip -El coraje del salmón

Marlene Nourbese Philip, Tobago, Trinidad y Tobago, 3 de febrero 1947
Versión Sandra Toro


El coraje del salmón

Acá en Woodlands, Moriah,
todavía puedo oler el miedo de ella
treinta y cinco años después.
En aquel entonces, el abrazo de las colinas
no la calmó como me calma.
En aquel entonces, el panorama no arrebataba
la respiración jadeante, como desde hace
treinta y cinco años hasta hoy,
que relevo del viaje a mi mamá salmona.

Esta salmona de Woodlands, Moriah,
que atrapó con la boca el anzuelo filoso
de la muerte, se soltó y nadó
colina arriba, contracorriente, rechazándolo
todo menos el desafío de la gravedad,
respondió al llamado plateado de la luna
y bailó con el vaivén de las
mareas. El destino, una espina de plata en su costado,
la trajo a desovar acá
donde las colinas gibosas copulan con el horizonte
bajo un cielo negligente y azul.

Ahora mi padre salmón cuenta cómo él podía
caminar por ahí hasta esas mismas colinas
y pensar,y seguir andando un poco más con sus sueños
de entonces,
los mismos que después perdió y permutó.
Su padre (¿era un salmón?)
lo cargó con las cruces
de un título de maestro y un lote
(que él creía un peldaño adonde nunca llegaba),
y lo arrastraron al mar corriente abajo.

Ahora él y su hija salmona están
ante esas mismas colinas gibosas que se abrazan.
Ella es abogada y carga con su cruz, el peldaño
que él nunca alcanzó.
Él la exhibe como un arma herrumbrada de sangre,
la saca y la empuña frente a sus amigos
“Esta es mi hija, la abogada!”
Ella agarra solo su propio manojo de sueños
no hay sangre bajo ese cielo negligente y azul,
y le sugiere que se cuelgue del cuello un cartel
que diga “Mi Hija ES Abogada”
para dejarlo bien claro
quod erat demosntrandum.

Pero yo voy a ser salmón.
¿No fue para eso que hizo su itinerario
corriente abajo, papá salmón?
Entonces por qué insisto en nadar
contra la corriente, en saltar,
empujar, volar, flotar,
enroscarme debajo, encima
y alrededor de todos los obstáculos,
retrocediendo en el tiempo hasta la tierra
del desove de los sueños anudados.
Se me caen las escamas, soy una vanesa roja,
pero él, mi papá salmón, no va a aceptar
que yo también sea un salmón
cuyo destino es nadar contra el tiempo,
cuyo norte es ser un salmón.

Esto se llama coraje de salmón, papá querido,
el coraje del salmón,
y cuando haya desovado
como el salmón, también voy a morirme,
pero este hijo mío va a nacer,
y va a nacer salmón.



miércoles, 26 de abril de 2017

Efrain Huerta -La muchacha ebria

Efrain Huerta, Silao, 18 de junio 1914 – Ciudad de México, 3 de febrero 1982


La muchacha ebria

Este lánguido caer en brazos de una desconocida,
esta brutal tarea de pisotear mariposas y sombras y cadáveres;
este pensarse árbol, botella o chorro de alcohol,
huella de pie dormido, navaja verde o negra;
este instante durísimo en que una muchacha grita,
gesticula y sueña por una virtud que nunca fue la suya.

Todo esto no es sino la noche,
sino la noche grávida de sangre y leche
de niños que se asfixian,
de mujeres carbonizadas
y varones morenos de soledad
y misterioso, sofocante desgaste.

Sino la noche de la muchacha ebria
cuyos gritos de rabia y melancolía
me hirieron como el llanto purísimo
como las náuseas y el rencor,
como el abandono y la voz de las mendigas.

Lo triste es este llanto, amigos, hecho de vidrio molido
y fúnebres gardenias despedazadas en el umbral de las cantinas
llanto y sudor molidos, en que hombres desnudos, con sólo negra barba
y feas manos de miel se bañan sin angustia, sin tristeza:
llanto ebrio, lágrimas de claveles, de tabernas enmohecidas,
de la muchacha que se embriaga sin tedio ni pesadumbre,
de la muchacha que una noche
y era una santa noche me entregara su corazón derretido,
sus manos de agua caliente, césped, seda,
sus pensamientos tan parecidos a pájaros muertos,
sus torpes arrebatos de ternura,
su boca que sabía a taza mordida por dientes de borrachos,
su pecho suave como una mejilla con fiebre,
y sus brazos y piernas con tatuajes,
y su naciente tuberculosis,
y su dormido sexo de orquídea martirizada.

Ah, la muchacha ebria, la muchacha del sonreír estúpido
y la generosidad en la punta de los dedos,
la muchacha de la confiada, inefable ternura para un hombre,
como yo, escapado apenas de la violencia amorosa.

Este tierno recuerdo siempre será una lámpara frente a mis ojos,
una fecha sangrienta y abatida.

¡Por la muchacha ebria, amigos míos!

lunes, 24 de abril de 2017

Najwan Darwish -Nada más que perder

Najwan Darwish, Jerusalén, 8 de diciembre 1978
Traducción Juan José Vélez Otero 


Nada más que perder

Descansa tu cabeza en mi pecho y
escucha cómo se amontonan las ruinas
tras la madraza de Saladino, oye las
casas de Lifta abiertas en canal, oye la
almazara destrozada, la clase de los
niños en la planta baja de la mezquita,
oye apagarse las luces  por última vez en
los altos balcones de Wadi Salib, oye a la
multitud arrastrando los pies, oye cómo
regresa, oye cómo arrojan los cuerpos,
oye cómo suspiran en el fondo del Mar
de Galilea, escucha como un pez en un
lago custodiado por un ángel, oye las
historias de los lugareños bordadas
como kufiyyas en los poemas, oye los
lamentos de las cantoras
a medida que envejecen aunque no lo hagan sus voces,
oye los pasos de las mujeres de Nazaret
cuando cruzan por el prado de la
canción, oye al camellero que no deja de
atormentarme porque siempre acaba
marchándose. Óyelo todo,
y, juntos, recordemos, y después, juntos,
volvamos a olvidar todo lo que hemos oído.

Descansa tu cabeza sobre mi pecho: estoy
oyendo el barro, oigo la hierba que de mi piel
brota…

Hemos perdido la cabeza por amor y ya no nos
queda nada más que perder.

sábado, 22 de abril de 2017

Denise Boucher -Si yo me encuentro...

Denise Boucher, Québec, Canadá, 12 diciembre 1935
Traducción Maricló Díaz Saubidet


si yo me encuentro
en una vidriera
y ya no estoy sola
ni soy
la que era
los genes
han hecho su trabajo
los mismos cabellos
el mismo color
de ojos también
la manera
de plantar los pies
en el suelo
el mismo gusto
por los vestidos floreados
sobre una espalda recta
mi madre
en todos
mis espejos

jueves, 20 de abril de 2017

Carlos Velazco -Demolición

Carlos Velazco, Bs As, 9 de mayo 1933

Demolición

Descascarados muñones de ladrillos,
inconclusa dimensión de muros que parcelan el sol
y es sólo una nostalgia de separaciones
en la fatal instancia del derrumbe.
Nada divide nada. Nadie oirá
a través de una indiscreta rendija
las domésticas intrigas del vecino
ni fruncirá con desagrado el ceño
a la intrusa explosión del inodoro
que ayer atestiguaba intimidad
y ahora apuntala el croquis de un relieve
donde el pudor ya fue deshabitado.
Algo preserva (y no sé qué) la imagen
anterior a lo que ahora demolieron
sobreviviendo entre arcadas de ruinas
como si el tiempo construyera
la destrucción después de la derrota.
Descifro las cocinas
y los baños azulejados
y las molduras que dibujan en el vacío
los altos dormitorios y barrocos comedores
y los grises contornos de desvanes
y el húmedo revoque de los cuartos de servicio
y truncas escaleras y los pasos (que se presienten
en pantuflas sobre la crujiente pinotea de los pisos)
y el olor a comida y el empapelado que decora
intimidades muertas y largos corredores
suspendidos del aire como túneles rotos
para que el sol no extinga la luz
y ensombrezca el último tic tac de los relojes.
Uno piensa: aquí hubo llantos y risas,
muertes y vidas, aniversarios, despedidas y bodas,
fragmentos de domésticos paraísos
tras los antiguos huecos de las puertas
abiertas para siempre entre tabiques
que no separan ya la identidad de los saludos
y el aire familiar de vecindad con que se lee
el diario o se abre la correspondencia.
El lugar de las ventanas
queda del otro lado de este cuadro
como un mural sin perspectivas
que se estrecha ante el abismo
de un paisaje abandonado
por sus moradores: tal vez un puente
levadizo o el último ascensor
haya servido de salida.
Quizás el inventario rescate una maceta
el marco de un retrato descolgado,
una hornacina rota o el vagido de un bebé
o el espasmo de la cópula o el brindis
de una fiesta, restos de escombros palpitantes
que someten su hallazgo a más hondas excavaciones.
Testigo de un momento casual
que desmorona la íntima visión de una calle
en tránsito por el alto agujero de ruinas
uno podría ampliar hasta el final
este plano deshabitado y decirse
que la soledad es un espacio vacío
abierto al sol que aguarda la caída de la noche.

martes, 18 de abril de 2017

Aleksey Tsvetkov -dime qué es ese rebaño de estrellas...

Aleksey Tsvetkov, Stanislav, Ucrania, 2 de febrero 1947
Traducción Natalia Litvinova


dime qué es ese rebaño de estrellas
como partículas del arcoíris en el ojo después de llorar
dejan su perfume intenso en el jardín en el prado
acaso es posible acaso las estrellas tienen olor
quién las arrojó a la tierra para que sus canciones de luz
rompan el corazón quién permitió eso

te diré que por las estrellas los sueños del día
derraman luz en el jardín y en el prado
algunos dicen que son las flores otros que es la primavera
en verano y también en invierno arden bajo la nieve
para una celebración inútil o para que
vivamos aquí y amemos la tierra

ahora dime qué son estos pétalos de ceniza
qué son estás  flores de dos alas temblando en el cielo
cantan con tanta dulzura que el cadalso no da miedo
sigan cantando como lo hicieron siempre
quién los arrojó tan alto para que por su vuelo
el corazón se rompa como el de un enamorado

yo te diré qué son esos pétalos humanos
son nuestras hermanas aves del viento
nacidas en la tierra pero viven en el vuelo
como el pez es un fantasma de la profundidad
las aves son fantasmas de las alturas
cantan y quieren disolverse en lo azul
para que desde la tierra nos alegremos

dime algo más pero dime la verdad qué son estos
pájaros esa fila de ángeles que va al río
voz de tórtolos y rostros más brillantes que la rosa
entregar la vida como una polilla que vuela hacia el fuego
y vivir eternamente viendo como desfilan
para que el corazón se parta en pétalos azules

te diré quiénes son estos ángeles terrestres
que bajan al río y cantan con tristeza para el ocaso
son las hijas no reconocidas de los hombres
podrían ser nuestras novias incluso esposas
para ellas el día es largo y la noche corta pero junto a ellas
aquel a quien amamos parece paraíso y después morimos

entonces dime sin mentirme dime
por qué sucede solo lo que ya pasó
las flores florecen los pájaros cantan en la mañana
pedían al sol que brillara y él aprendió
las muchachas bajan al río los niños nacen
y yo no existo por qué no vivo en este mundo

que dios te bendiga si no estoy vivo no hace falta
el que no vio el día no le llegará su noche
la madre del nonato no llorará está alegre
la flor que no se abrió no se marchitará
el pájaro no caerá si no planea en el cielo
no se romperá el corazón del que no lo tiene

domingo, 16 de abril de 2017

Daniela Aguilar -Al aire

Daniela Aguilar, Bs As, 22 de diciembre 1987


Al aire

Los pasos
al compás de la
incertidumbre

no llores
la vida es un paréntesis
de la eternidad

notas musicales
manchones del pincel
desparramados

es imposible nombrar
el eco clandestino
de los versos
rebotando en las paredes

el nudo en la garganta
te ahoga las palabras

decir
crear un sentido
en el hueco de tu mano

solo el poder de
inventarnos
nos va a salvar
de nosotros mismos


viernes, 14 de abril de 2017

Pierre Reverdy -4 y 9

Pierre Reverdy, Francia, 13 de septiembre 1889 – Francia, 17 de junio 1960
Traducción Miguel Angel Frontán



4 y 9

Las cuatro patas de los caballos tiemblan sobre el horizonte
La misma línea me sirve de tapa
El mundo está apagado bajo el toque de queda
Las ventanas brillan como ojos

Tenemos armas para reír
Y un corazón para morir

El general es un viejo señor

Sin ropa de civil

Una broma una buena broma para hacer

A un miembro de la familia

Es él quien ha asumido todo el heroísmo y el peligro

El patio es una prisión sin primer piso en la que damos vueltas sin

fin
Sólo falta una hora
Suben el rancho y las botas
La cara de un rey negro condecorado con la medalla de

salvamento
Para nada

Entre los salvajes

La música es mejor

Somos tres y yo estoy en el medio

¿Adónde van ustedes?


El placer y la muerte dan vueltas a nuestro alrededor

miércoles, 12 de abril de 2017

Carmen Bruna -Las ceremonias de Monelle

Carmen Bruna, Bs As, 16 de julio 1928 – Bs As, 15 de enero 2014


Las ceremonias de Monelle

Este es mi triunfo y mi derrota – dijo Monelle a sus hermanas las silfos
Mis pechos son la vía láctea de las brujas,
el hogar de los cazadores de ciervas,
el tálamo nupcial de las arañas exhaustas de placer ponzoñoso.
Este es mi paje, el peregrino del mundo nuevo,
y con él navegamos el Amazonas, río arriba,
entre el perfume pesado de las orquídeas
y la pleitesía de los colibríes.
He vuelto a nacer en la tierra de los volcanes
Entre dragones temibles y guerreros manchados de sangre
y de lava hirviente,
nieve y fuego,
cenizas y brasas,
lavatorio de pies entre sacerdotes y súbditos humillados,
fogatas del primer domingo de cuaresma,
hogueras de enebros y retamas.
Siete hogueras para expulsar al “malvado sembrador”,
el que siembra la cizaña y no la recoge.
La ceremonia mágica, los sacrificios druídicos,
el espíritu del grano,
el muérdago sagrado y el árbol en que crece:
el roble y los espíritus ceremoniales
que levantan la cosecha en el sexto día de la luna
y la mágica poción que hará fértiles a los estériles.
Las dos víctimas que extinguen con su sangre
los incendios de la “Dama Loca”.
Las serpientes entre los muslos abiertos de la ladrona
de los rojos granos del maíz,
de las ilusorias transmigraciones de los peces
y de las semillas carmesíes
en el espejo de humo de las granadas,
abiertas como heridas incurables

lunes, 10 de abril de 2017

Randall Jarrell -Pérdidas

Randall Jarrell, Nahville, 6 de mayo 1914 - Carolina del Norte, 14 de octubre 1965 
Versión Gerardo Gambolini


Pérdidas

Eso no era morir: todo el mundo moría.
Eso no era morir: habíamos muerto antes
en los choques de rutina — y nuestras bases
llamaban a los diarios, escribían a nuestra familia,
y aumentaban los índices, por causa de nosotros.
Moríamos por la página errónea del almanaque,
esparcidos en montañas a cincuenta millas de distancia;
cayendo en picada sobre un pajar, peleando con un amigo,
estallábamos contra las líneas que nunca veíamos.
Moríamos como tías o mascotas o como extraños.
(Cuando dejamos la secundaria ninguna otra cosa había muerto
para entender que nosotros habíamos muerto igual.)

En nuestros aviones nuevos, con nuestra nueva tripulación,
bombardeábamos los campos de tiro junto al desierto o la costa,
disparábamos a blancos de arrastre, esperábamos a ver nuestras marcas —
y nos convertimos en refuerzos y despertamos
una mañana, sobre Inglaterra, listos para operar.

No era diferente: pero si moríamos
no era por accidente sino por error
(pero un error muy fácil de cometer).
Leíamos el correo y contábamos nuestras misiones —
en bombarderos con nombres de muchachas, incendiábamos
las ciudades de las que habíamos aprendido en la escuela —
hasta que se nos agotaba la vida. Nuestros cuerpos quedaban
entre la gente que habíamos matado y que jamás habíamos visto.
Cuando durábamos lo suficiente nos daban medallas;
cuando moríamos decían: “Nuestras bajas son pocas.”

Ellos decían: “Aquí están los mapas”; nosotros quemábamos las ciudades.
Eso no era morir — no, jamás fue morir;
pero la noche en que morí soñé que estaba muerto,
y las ciudades me decían: “¿Por qué estás muriendo?
Nosotras estamos satisfechas, si tú lo estás; pero, ¿por qué morí yo?”

sábado, 8 de abril de 2017

Carina Trilnick -Fin

Carina Trilnick, Bs As, 9 de febrero 1944


Fin

No es bueno morirse en primavera
dejar de ver de oler
como florecen los jazmines minúsculos y blancos
que aroman los jardines.
No es bueno morirse
cuando el sol comienza
a calentar el cuerpo.
No es buena la muerte
no compensa el cajón de roble
ni las cenizas esparcidas al mar.
Pero cuando el sueño de juventud acaba
es bueno morirse de una vez
y para siempre.

jueves, 6 de abril de 2017

Charles Donnelly -Poema

Charles Donnelly, Irlanda del Norte, 10 de julio 1914 - España, 27 de febrero 1937
Versión Gerardo Gambolini


Poema

Entre la rebelión como un estudio privado y el desafío
público, hay solo simple acción sobre la cual la voluntad vacila,
felinamente, para saltar. Si en la raíz del nervio hay hierro
oculto, no hay adivino que lo sepa, sólo el momento puede revelarlo.
Simple y confuso momento, una mañana completamente distinta
y bajo circunstancias distintas de las que esperabas.

Tu bandera es pública en el granito. Las gaviotas vuelan sobre ella.
Cualquiera sea el resultado de la batalla, tu recuerdo
es público, para que lo retuerzan con manos retorcidas,
húmedos ojos. Y prestigios del pueblo se erigirán
sobre inexactos relatos de tu campaña. Eres nombre para oradores,
figura esculpida en piedra bajo el cielo apagado de Dublín.

En una maniobra dilatoria, quizás, sobre una ladera en territorio remoto,
los puestos de avanzada correctamente emplazados, asegurado el repliegue
       / hacia el bosque,
el puente minado para evitar la persecución, el tirador apostado podría
descubrirte negligentemente expuesto.
O la muerte podría suceder a años de estricto confinamiento,
en que la dieta  es uniforme como la ceremonia, carente sólo de fruta.
O producirse en el patio de las barracas antes de que el sol arroje sombra.
Nombre, motivo de palabras del todo consideradas, elogio y censura
irrelevantes, el discurso público que suena lo mismo que la verdad
en el habla vacía, estarás con Parnell y Pearse.
Nombre con el que los concejales recogerán aplausos, al que maestros
harán oblicua referencia en clase, y jóvenes y mujeres extraerán goma de
       / sentimiento
por cualidades erróneamente atribuidas.

Hombre, morador de chozas en la montaña, poseedor de bagatelas,
diestro en talentos manuales menores, versado en temas oscuros,
en esgrima gaélica y armería medieval.
La técnica del hombre público, las servidumbres enmascaradas
no son para ti. Maestro del oficio militar, das
como Raleigh, Lawrence, Childers*, tus servicios,
no tu alma.




* Referencia a Sir Walter Raleigh (1552- 1618), T. E. Lawrence (1888-1935) y Robert Erskine Childers (1870-1922), respectivamente. Un aventurero inglés, un soldado británico y un político y rebelde irlandés, los tres fueron también escritores.

martes, 4 de abril de 2017

Pedro Shimose -Las hienas, siempre las hienas

Pedro Shimose, Riberlta, Bolivia, 30 de marzo 1940


Las hienas, siempre las hienas

Buscan tu papagayo, una chequera, algún discurso.
Exhuman tu uniforme, lo descuelgan del ropero,
fotografían tus huesos y analizan tus cenizas;
buscan un helicóptero con alambres chamuscados,
con jabalíes escondidos en tus botas, con buitres
y petunias florecidas en tus charreteras.
Registran tus mariposas, examinan tus radiografías,
hurgan tu basilisco, tu calavera y tus medallas;
revuelven tu gorra, tus calcetines, en busca de un poema,
buscan una llamarada y un paracaídas con nubes y aguaceros.

Pasan lista en los cuarteles, revisan los retretes,
registran parques zoológicos en busca de una espada,
mueven cántaros de chicha, remueven genealogías,
Dios los cría y tú los juntas, los reúnes y complotan
en congresos celestiales y conspiran,
marchan a la catedral, imprimen manifiestos contra el sueño.

No ha sido suficiente.
Las cacatúas alaban tus virtudes en violas paranoicas.
Tus queridas te recuerdan montando en nubes de amor y margaritas.
Los periódicos se suenan las narices con sus pañuelos sucios;
piden que vuelvas, ¿dónde estás portador de la paz,
regidor del orden, patriota virtuoso?
Las hienas piden al cielo que tú vuelvas del infierno;
los gorilas piden al cielo que tú vuelvas del infierno;
los cuervos piden al cielo que tú vuelvas del infierno,
pues tu muerte no ha sido suficiente.

Te buscan debajo de las liendres, en las alcobas y los supositorios.
Profanan tumbas, rompen espejos, patean puertas,
desflecan cortinas, rasgan alfombras, derriban monasterios,
hurtan tus galones, buscan tu papagayo, una chequera, algún discurso

domingo, 2 de abril de 2017

Percy Bysshe Shelley -A una alondra

Percy Bysshe Shelley, Horshman, 4 de agosto 1792 – Italia, 8 de Julio 1822
Traducción Luis López Nieves
                             

 A una alondra

¡Sé bienvenido, jubiloso espíritu!
No fuiste nunca un pájaro,
tú, que desde los cielos o cerca de sus lindes,
el corazón derramas
en profusos acentos, con arte no pensado.

Alta, siempre más alta,
de la tierra te lanzas
como nube de fuego;
por el azul revuelas
y cantando, te ciernes y, cerniéndote, cantas.

En dorados relámpagos
del sol, ya trasmontado,
donde se encienden nubes,
flotas tú y te deslizas
como gozo sin cuerpo que empieza su carrera.

La tardecita pálida y purpúrea, en torno
de tu vuelo se funde:
como estrella del cielo,
al ser día, invisible
eres tú, pero escucho tu voz dulce y aguda,

fina como las flechas
de la esfera de plata,
cuya viva luz mengua
en la blanca alborada,
y ya, sin verla apenas, lejana la sentimos.

Todo el aire y la tierra
de tus trinos se colman:
así, en la noche pura,
desde una nube sola,
derrama luz la luna y se inundan los cielos.

No sabemos quién eres.
Ya ti más parecido
¿qué habrá? De la irisada nube no fluyen nunca
gotas tan radiantes,
como de tu presencia nos llueven melodías.

Así un poeta oculto
en luz de pensamientos,
que entona sus canciones,
hasta sentir el mundo
temores y esperanzas que no advirtiera nunca.

Así un alta doncella
en torre de un palacio,
que alivia pesadumbres
de amor secretamente, con música tan dulce
como el amor, fluyendo de su estancia.

Tal dorada luciérnaga
en valle de rocío,
que esparce, sin ser vista,
aéreos, sus fulgores,
entre flores y hierba que a los ojos la ocultan.

Cual rosa retirada
entre sus hojas verdes,
deshojada por brisas
tibias, hasta que sienten desmayo, por exceso
de aroma, sus ladrones de vuelo fatigado.

Al son de los chubascos
de primavera, en hierbas relucientes,
a flores despertadas por la lluvia,
a todo lo que hubiere
de alegre, claro y fresco, tu música aventaja.

Dinos, ave o espíritu,
tus dulces pensamientos:
nunca oí una alabanza
del amor o del vino,
que tan divino arrobo, ardiente, derramara.

Los coros de Himeneo,
los cantos de victoria,
junto a los tuyos fueran
ostentación vacía,
aquello en que se siente alguna falla oculta.

¿Qué objetos son la fuente
de tu feliz gorjeo?
¿Qué campos, ondas, montes?
¿Qué cielos o llanuras?
¿Qué amor de semejantes y qué ignorar de penas?

En tu alegría clara
no caben languideces;
la sombra de la angustia
nunca a ti se ha acercado;
amas y el triste hastío de amor nunca supiste.

En vigilia o dormida,
pensarás de la muerte
cosas más ciertas y hondas
que nosotros, mortales:
si no, ¿cómo brotara tu arroyo cristalino?

Miramos antes, luego;
lo que no es lloramos:
nuestra risa más clara
se mezcla con suspiros;
da los más dulces cantos nuestro pesar más triste.

Mas si hiciéramos burla
de orgullo y odio y miedo;
si hubiésemos nacido
para no llorar nunca,
no sé si llegaríamos tan cerca de tu gozo.

Mejor que todo verso
de sones deliciosos,
mejor que las preseas
de los libros, tu arte
será para el poeta, ¡tú, que al suelo escarneces!

Si un poco me dijeras
del gozo que tú sabes,
tal locura armoniosa
brotara de mis labios,
que, como yo te escucho, el mundo escucharía.