domingo, 30 de diciembre de 2018

Irene Gruss -Hoja en la tormenta

Irene Gruss, Bs As, 31 de agosto 1950 – Bs As, 25 de diciembre 2018


Hoja en la tormenta

                                                             Un relato no necesita heroínas.
                                                                                     Mónica Tracey

No me vengan a hablar de
desolación, una hoja en la tormenta
hoja infante, de quién va
a cubrir a esta hoja –no de papel, no de tinta–
ni hoja pequeñita, desvalida en
la tormenta. Arrecia, arrecia
tempestad, lastima
ya no la raíz, la nervadura,
marca que carga la hoja
como genealogía o simple adorno. No
me vengan a hablar de fortaleza, firme la caída
el vuelo hacia arriba hacia abajo
el concienzudo tocar tierra (ni siquiera
fondo) de la hoja. No me vengan con
el gris dorado verde
de la vida, pavana para una hoja, corcel
que va a salvarla, no me vengan a hablar de
la canción de la intemperie, de que de esto
se trata ni vengan a decir, declinar
en subjuntivo la memoria o la falta,
ni a clamar declamando la hoja se cae por sí sola,
arrecia tempestad, fulmina de una vez
con la luz la electricidad
de un rayo, arde de impaciencia el objeto
aquí tomado, ardería aún más si
algo –un roce– pero no, la hoja
elige no me vengan a hablar
de destino pagar caro el precio la responsabilidad

(largo
invento)
la omnipotente la débil como una
hoja en la tormenta ni mencionen al viril
árbol que muere de pie, ella ha visto caer
árboles hojas sostenerse de la nada desprenderse
ahora sí de la raíz de la razón del sexo
tiemblen ciudadanos, nunca de la historia
el mundo alrededor y ella no en el centro,
quizás en el borde, andar doble filo doble juego
de la hoja
haciendo –mal gerundio– mal y bien
cortó el pan y la carne no me vengan a
hablar de
inocencia, más quisiera la infanta
ni vengan a decir
la perdida o
la que perdió ni
se sufre se sufre demasiado
no vengan a bailarle encima ni a
quitarle el baile, bamboleo embriagador,
faltaba el amor, no me vengan
con el cuento hoja en la
tormenta, arrecia la furia
la iniquidad el asombro no vengan con
que de esto no se habla con que de esto
ni hablar no me vengan con el sol
otra vez y aquí no ha pasado
nada la nada la trascendencia lo que queda es la obra,
el devenir circunstancia causa-efecto ensayo-error
de la hoja
qué le pasa qué pretende
por qué no lo consigue no me vengan
a hablar no me vengan a hablar
la hoja es
una hoja, suave
objeto, tema
con tormenta.

viernes, 28 de diciembre de 2018

Francisca Camelo -A4

Francisca Camelo, Oporto, 20 de mayo 1990 
Versión Mijail Lamas


A4 

a pesar de
haber nacido sagitario
confirmo que cuando
me entra rabia
café adentro
cruzándose con el cigarro
en el sureste, no hay mucho que
pueda hacer para detener
a saturno en el último diálogo:
para el adiós sólo sobran
fórmulas viejas y con el
tiempo aprendes a elegir
cuidadosamente
palabras que quepan
en un formato móvil, algo que
pueda cargarse enteramente.
que no te engañen las memorias
debe fingirse algún
alivio en la partida.
un automatismo es este
juego, tachar amores como
poemas, el escapismo
la única honestidad
de la presencia: salir volver
como quien dice
voy a la cocina a
prepárame un café
o: necesito ir al puesto de periódicos
a ver en el horóscopo
si ahora sí el carnero
arde solo
en el pasto.


miércoles, 26 de diciembre de 2018

Ruth Fainlight -La medialuna

Ruth Fainlight, Nueva York, 2 de mayo 1931
Traducción Mirko Lauer


La medialuna

Mi barra de crema de cacao se ha gastado
hasta formar la misma medialuna
que fue lo primero que advertí
sobre el lápiz labial de mi madre.
Marcaba la presión de su existencia
sobre el mundo de la materia.

Imaginen la severa fijeza
de mi mirada, observándola untar
la brillante grasa sobre sus labios
desde un tubo lustroso como una bala.
La forma en que ella la alisaba
con la punta del meñique
(la traza que dejaba, aun luego
de lavarse las manos, explicaba
lo de “dedito rosado”) y su lengua puntiaguda
lamiendo como la de un gatito,
fascinaba, irritaba.

Era parte del misterio de
los sostenes, las polleras y las carteras
cuyo significado era ser adulto. Yo pensaba
que a mis propios talones les tendría que salir
una suerte de espolón que se insertara
en el agujero interior de los tacos altos.

Ahora estoy más tranquila y ya no
me pinto los labios salvo con esto,
pálido como un cadáver kosher
o una vela votiva,
la cera cuajada por un costado,
como si enfrentara al viento
que sopla desde el pasado, llama
reflejada como una luna creciente
contra una nube
en el estanque de luz derretida.

Porto el signo de la luna
y mi madre, un talismán
en un pequeño tubo de plástico
dentro de mi cartera, una reliquia santa
fundida por los besos
de los creyentes, y cada vez
que me suavizo los labios con el ungüento
los siento fruncirse y estirarse
en la eterna sonrisa
de su sobrevivencia a través de mí,
siento su boca sobre la mía.


lunes, 24 de diciembre de 2018

Nuria Ruiz de Viñaspre -Poema incorregible

Nuria Ruiz de Viñaspre, Logroño, España, 13 de agosto 1969


Poema incorregible

                                                                        Sin amor nada se puede
                                                                        ni siquiera morir se puede sin amor
                                                                                                         Vladimir Holan

¡Cómo es la muerte! Te clava los ojos -que ya no son tuyos- a un punto extraño de una habitación que tampoco es tuya, y ese mismo punto que te está mirando te inmoviliza hasta la expiración completa. Los que aquí quedamos nunca sabremos qué puntos son esos que los de allí ven con tanta claridad.
Ver cómo el padre miraba ese punto. Seguir la trayectoria de sus ojos fijos y ver que miraba una luz que le miraba fijo. Era una luz incandescente. La luz de emergencia de cualquier hospital. La luminosa muerte iluminándole. La luz que quemó su último sueño. El sueño del Fuego.
A las dos y cincuenta y uno de un día trece del mes más cruel, escribir cómo nos mira la muerte pero no concluir nada, porque la muerte nos rapta antes de concretar nada,
solo la muerte es inconcreta
vivir la muerte del padre
literal y literariamente te inconcreta

quedarse a solas con el padre a solas
el mundo desmundado al otro lado
al otro lado el río
y al otro del otro su cadáver expuesto
nunca expuesto

después
la quietud del silencio
los pegados labios indecibles
el pectoral izquierdo sobresaliente
como si la esperada muerte súbita
le cogiera con el aire levantado
como si el corazón le hubiera estallado
de amor correspondido
y fuera ahora una cordillera inmóvil
las no horas infravaloradas de ese órgano
el plástico en el que envolvieron su cuerpo líquido
recorriendo mis manos
el sonido de mis manos chocando contra el plástico
la dureza de su mandíbula deshaciéndose por lágrima
mis manos caminando como un ciempiés por cada músculo frío
cada centímetro detenido
cada célula muerta al fin

no sé cómo escribir la muerte
sí puedo escribir que un apellido tumbado tumba tu nombre

pero tú no eres nada
-me digo-
tu nombre solo es un nombre
anclado a tierra
pala cuerda y escaleras hacia el cielo
panteones que se alzan como construcciones hacia abajo
¿escalar hacia lo profundo es incalar
o recalar?
qué trabajo más extraño
el de levantador de tapas de ataúdes
echador de tierra en tierra
albañil que abre y cierra tumbas
y alquila y vende horizontales casitas
de madera

mis pies están enterrados
en dos cubos de cemento
mientras una cigüeña dibuja en el cielo su futuro nido
-hay una cigüeña sobrevolando a tu padre- me dices
quiere anidar vida sobre su caja féretra
yo miro la caja y la caja duerme
a orillas de un mar que ahora es río
su rostro se serena al sentir el vuelo cigüeñal
y el cielo deja de mover nubes

papá ha muerto
ha entrado un bosque en la habitación
y ahora hablo a solas en el cuarto
hablo y digo en alto papá ha muerto

las paredes se han agrietado
las células han transitado de un lado a otro
de un latido a otro de una nube a otra
me ha movido de una pared a otra
de la habitación
estaba escribiendo la palabra nube
mientras le tocaba la frente y le decía
-¿que miras tan fijamente papá?
pero él ya no me oía
solo miraba esa luz que le miraba fluorescente y calva
mientras su voz pedía que sentaran
su cuerpo para tocar la tierra con sus pies alados
tras tomar tierra descansó
con esa cigüeña-madre sobrevolando su cabeza
y sus aladas patas ya atadas

después el golpe seco
-dulcísimo pero seco-
su pierna cayendo de la cama
resbalando sin latido
como resbala el agua de la fuente o de la frente
mi ralentizada mano recolocando
su fémur mientras el mundo se paraba

su muerte me ha pillado
escribiendo
su
muerte

se han muerto sus brazos en mis brazos
en mis únicos brazos
en mis huérfanos brazos
qué quieto se queda el aire en ese abrazo
qué quieto se queda todo
qué silencio y qué tanto tan a solas

me duelen los dientes
del olor a mentol quieto y a asepsia
de tocar su traje nuevo plastificado
de seguir la trayectoria de sus huesos
de buscar contornos y formas
de tocarlo todo
hasta la toalla que amorosa sostenía su aorta
como si mis manos tuvieran que palpar su muerte
para ver que era real sin ser ya real
para volver a dibujarlo todo en la cartografía de mi mente
y sentir la soñada y fina lluvia
que pulverizó todo y a todos dentro de la casa

no quiero corregir este poema
quiero que permanezca tal cual fue visto y descrito
no quiero corregir su muerte
no quiero corregir su vida
es mi último acto de amor
incorregible

sábado, 22 de diciembre de 2018

Idea Vilariño -La noche

Idea Vilariño, Montevideo, 18 de agosto 1920 – Montevideo, 28 de abril 2009


La noche

Es un oro imposible de comprender, un acabado
silencio que renace y se incorpora.
Las manos de la noche buscan el aire, el aire
se olvida sobre el mar,
el mar cerrado,
el mar,
solo en la noche, envuelto
en su gran soledad,
el hondo mar agonizando en vano...
El mar oliendo a algas moribundas y al sol,
la arena a musgo, a cielo, el cielo
a estrellas. La alta noche sin voces
deviniendo en sí misma, inagotada y plena,
es la mujer total con los ojos serenos
y el hombre silencioso olvidado en la playa,
el alto, el poderoso, el triste,
el que contempla,
conoce su poder que crea, ordena el mundo,
se vuelve a su conciencia que da fe de las cosas,
y el haz de los sentidos le limita la noche.

Concédeme esos cielos, esos mundos dormidos,
el peso del silencio, ese arco, ese abandono,
enciéndeme las manos,
ahóndame la vida
con la dádiva dulce que te pido.
Dame la luz sombría, apasionada y firme
de esos cielos lejanos, la armonía
de esos mundos sellados,
dame el límite mudo, el detenido
contorno de esas lunas de sombra,
su contenido canto.
Tú, el negado, da todo,
tú, el poderoso, pide,
tú, el silencioso, dame la dádiva dulcísima
de esa miel inmediata y sin sentido.

Estás solo, lo mismo.
Yo no toco tu vida, tu soledad, tu frente,
yo no soy en tu noche más que un lago, una copa,
más que un profundo lago,
en que puedes beber aun cerrados los ojos,
olvidado.
soy para ti como otra oscuridad, otra noche,
anticipo de la muerte,
lo que llega en el día frío el hombre espera, aguarda,
y llega y él se entrega a la noche, a una boca,
y el olvido total lo ciega y lo anonada.
Sin límites la noche,
pura, despierta, sola,
solícita al amor, ángel de todo gesto...
Estás solo, lo mismo.
Ebrio, lúcido, azul, olvidado del alma,
concédete a la hora.

jueves, 20 de diciembre de 2018

Virginia Caramés -Noria

Virginia Caramés, La Plata, 26 de febrero 1963


Noria

de la astilla
      -la sagrada-

Ave al ave
      de cuya pluma
      se desprendió el
       anuncio

Ave al muerto a
               la muerta
      a las manos del muerto a
      las cabezas de todos los muertos sin cabeza
      cantos rodados en los lechos de
             todos los ríos que se nombran
            del mismo modo
            en los días sucesivos.


en el nombre de un verbo cualquiera
   solo el agua atesorada en un frasco es
                              la misma agua
  el jugo de la virgen
 la lágrima de la deshonrada
            de la vitoreada la que ve
            los bracitos en alto aleteando abajo
la lágrima de la esfinge cumbia-cantora
los jugos de todas nuestras Madres
Ave al impasible plinto de
 innumerables lágrimas
 sobre el que yazgo


martes, 18 de diciembre de 2018

Ernestina Mo -La promesa

Ernestina Mo, CABA, 5 de noviembre 1953


La promesa

Te lo había prometido…
Te juro que en su momento lo hice, gobernada por ingenuidad florecida. En ese tiempo, escudaba mi sed crucificada y mi fuego repentino, detrás de mi dermis angelical, siempre dispuesta a  disculpar tus ocasionales excusas. 
Te lo había prometido…
Sí, porque estaba convencida de que los labios de los otros sabrían como los tuyos.
Que las salivas de esos otros, también se licuarían junto a las mías, para marearme, para inundarme, para desvanecerme…, como sólo las tuyas sabían hacerlo. Pero al descubrir el fraude, entendí que eran cavernas navegadas por veleros de imposibles aventuras.
Te lo había prometido…
Sí, pero aquel día en que lo hice, fue  por haberme visto reflejada en la soberbia de tu espejo.
Te creí inalcanzable, impenetrable como un murallón imposible de franquear.
Ese segundo puesto al que me destinabas me obligaba a demostrarle al mundo hasta dónde era capaz de llegar.
Te lo había prometido…
Y tratando de guardar mi palabra, fui de a poco, casi sin darme cuenta, dejando de sufrir, dejando de anhelar…, dejando de pensar… convirtiéndome en magnífica obrera de mi resignación, al poner día tras día un ladrillo arriba del otro en mi propia pared. 
Te lo había prometido…
Sería una mansa cierva que jamás se rebelaría ante el torbellino de tu furia.
Mas ahora, cuando las agujas de mi reloj están terminando de cursar su recorrido, me pregunto qué destino salvaje tuvieron las hojas de mi calendario…
Hoy, que puedo ser tan sólo triste espectadora en la ceremonia de tu último día, te quiero decir que ya no me importa  nada.
Al diablo con las promesas que un día escaparon de mis labios. Reniego de aquella complicidad…
Quiero gritar al mundo… que me niego.
Ya no te puedo prometer nada.
Hoy quiero convertirme en tierra para estar a tu lado, amalgamada, desdibujada.
Amándote así, rebelde, por toda una eternidad. 
                                                                                 

domingo, 16 de diciembre de 2018

María Florencia Ordiz -Cuentos de la cripta

María Florencia Ordiz, Santa Fe, 15 de mayo 1987


Cuentos de la cripta

A veces las historias de fantasmas
no producen miedo
Ancestros, familia, conceptos
Hoy los suelto
Todo está saldado.
Mientras escribo,
ustedes se apoyan contra la pared del living
y me miran, cansados del viaje
vivieron en diferentes épocas,
en todas cultivaron la desazón,
en algunos me reconozco.
No creo en lo que los griegos llamaron destino
Les hago un gesto de despedida
ustedes se esfuman
A veces las historias de fantasmas
No producen miedo
Dan pena.

viernes, 14 de diciembre de 2018

Amadeo Vicente Gravino -Karina, hermosa como un verso de Hölderlin

Amadeo Vicente Gravino, Bs As, 21 de noviembre 1945


Karina, hermosa como un verso de Hölderlin

Esta princesa de los cuentos
Va por las calles azules de la primavera
Y baila en las esquinas de una ciudad con trapecios
Y palomas / y conejos / y magos

Después:
-Dorada equilibrista-
Salta a las nubes de pañuelos de seda
Con zapatos rojos

...
Ella pequeña y dulce como una uva
Tiene risa de pájaro
Ojos de caramelo Media-hora
Que me tocan el alma muy despacio

Ella es un bombón de fruta
Una osa de pañolenci/ una pequeña garza
Que bebe la línea azul del horizonte en el ocaso

Ella paloma de mi corazón/terrón de azúcar
Tiene pechos de manzana y es fina como el mimbre
que se inclina bajo una luna de aluminio

...
Ella marea como el vino
Vibra como la música de Bach
Ilumina como una lámpara

Sus cejas de jade y de marfil y de papel de arroz
Evocan tesoros de la China o Japón / tesoros de la India
Tesoros de Grecia cantados por Homero

Pequeña y temblorosa paloma enamorada
Verso de Paul Eluard o de Dante o de Rilke
Que viaja en el viento enamorado
Sobre el mar enamorado
Y por el cielo enamorado
entre enamoradas nubes
Y planetas también enamorados

Música de Brahms o Chopin/Canto Gregoriano
Que entra al corazón de la noche estrellada
Celeste y delicada como una gacela
A la noche de Babilonia o de México
A la encendida noche de las Isas Canarias
A la noche de Caracas o Londres
A la noche de Madrid o Florencia o San Francisco
A la dulce y calurosa noche de Singapur

La primavera sube por sus venas de miel y chocolate
Y es música en su sangre / y es polen en sus pechos
Y es licor en su sexo
Y el dedal de su ombligo

...
Pequeña y temblorosa paloma enamorada
Su corazón es un flamenco o un cisne
Que bebe mariposas de luz
Del río violento que nos moja las manos / los tobillos

Su corazón es un tigre cachorro que comerá su presa
En el corazón musical de la selva
Su corazón es un ciervo que corre
Las sombras y el perfume del bosque
En la tarde azul y esbelta que visitan los ángeles

Pequeña y temblorosa paloma enamorada
Todo su cuerpo es pan / es vino y es consuelo
Todo su cuerpo es un manjar del cielo
Para los hombres que la amamos.

miércoles, 12 de diciembre de 2018

Melisa Mauriño -Sundry

Melisa Mauriño, Bs As, 13 de diciembre 1985


Sundry

                                                       He felt as if he had not the initiative to get up, 
                                                       or to say a word, or to move, but could only lie like a log.
                                                                                               D.H. Lawrence (Sons and Lovers)


Son las cinco pero también son las diez
al otro lado del océano brilla el sol.
¿Quién es Janine Smith? Se me volcó la luz
encima del libro abierto y la veo como una mancha
porque está oscuro mientras en otra parte
la gente está viviendo.
Sigo en la cama tendida como un tronco
aunque eso no significa que no me mueva
inevitablemente con las olas y escamas
de la Tierra que anda, gira, y todo eso.
Sabe hacer bien su trabajo: la rutina de abrir
o cerrar las cortinas, los pimpollos, encender las estufas,
regar las azucenas, los ríos y matar
pero no de raíz para que todo encuentre
una forma azarosa de regreso.
Sé lo que es rebobinar porque hace mucho tiempo
tuve una casetera. Los comandos
eran simples: volver atrás, adelantarse, avanzar,
quedarse en pausa.
¿Quién es Janine Smith el 14 de agosto
de 1985 en Birkenhead cuando deja
el recibo de su compra entre las páginas
de este libro que yo leo en mi cama
treinta y un años más tarde?
Gastó dos libras catorce peniques, compró “varios”:
nada lo suficientemente importante para nombrarse
por separado. Todavía no nazco
cuando escribe su nombre con letra cursiva
y tinta azul en la contratapa deja asentado
que le pertenece.
Yo lo rescato por cincuenta peniques
de un revoltijo de best sellers en un mercado callejero
bajo el arco de una iglesia en Oxford.
Son las cinco en Buenos Aires
pero también son las diez, la boda y el entierro.
Paso otra página, es otra historia.
No sé si vaya a escribir mi nombre, no sé si quiera
quedar pegada al mundo.




lunes, 10 de diciembre de 2018

Juan Rapacioli -salí a caminar

Juan Rapacioli, Buenos Aires, 25 de abril 1987


salí a caminar

1

por el borde de la vida privada

doce casas más allá
termina la cuadra

un pasillo de ventanas abiertas
donde levantaron el piso
y removieron la tierra

pasé apurado para no escuchar
la risa de un ciudadano ejemplar
que no termina de morir en su silla

se hizo de noche buscando la dirección
y apagaron todas las luces de la casa

me invitaron a comer sobras
que rechacé con vanidad
del que no acepta lo que le falta

si quiero llorar subo a la terraza
y juego a dispararle a los vecinos
que cuelgan ropa simulando progreso

voy tanteando paredes sin revoque
y llego tarde a donde no me invitaron

sin querer lastimo cuando ofrezco
una mano que se quema al apretar
el gatillo de la felicidad impostada

dejo los platos sucios en la cocina
y se acumulan hasta formar
la única vida posible: la vida infectada

vuelvo transpirado y me acuesto
sobre el frío de mis entierros

2

salí a caminar

con un nombre
que olvidé en el camino

estuve solo por siglos
mirando las caras
de una moneda
que no me animé a lanzar

perdí la serenidad
la interferencia se hizo cargo
y el aire fue de piedra

con ardor en los ojos
sed de humo en la garganta
toqué la puerta tres veces

me recibió la familia
los platos en la mesa
la jarra con agua

las hermanas peleaban
la madre servía puré
el padre apoyaba sus manos
gruesas sobre el mantel

pensé en las otras manos
las de mi madre al amanecer
preparando la comida

la noche vino con tormenta
y sueño de selva en llamas

el olor del querosene
sobre el pasto arrasado
los árboles rojos bajo el cielo

me despertó el leve suspiro
saliva dulce de la asfixia
las manos frías en mi cuello

me tiré por la ventana y caí
desnudo de convicción
sobre la vereda mojada

3

el sol me pega en la cara

me despierto con hambre
y ganas de matar

la mañana sobrevuela
el cobre de las hojas
calor de agua estancada

pateo piedras que se desarman
barro mezclado con mierda
baldosas flojas de ciudad ausente

una señora barre la vereda
un hombre lava su auto
unos niños corren más lejos

el colibrí se posa en cámara lenta
sobre la rama negra que tapa
mi visión empañada de sudor

me llama el aroma de horno
masa crujiente de manzana verde
un mate de cocina a contraluz

la casa es blanca y abierta
no hay voces alrededor
sólo un tocadiscos girando

el pastel está caliente
dulce fruta triturada
agua fresca de montaña

duermo en la bañera
corto las uñas de mis pies
y me baño en perfume

descalzo sobre la loza
radiante de la habitación
miro los ladrillos del techo

esto debe ser la paz
pienso y me sirvo
una taza de té

hasta que veo la polilla

gira en círculos
se choca las paredes
cae sobre el pastel de manzana

cegada por la luz
busca una salida
con alas frenéticas sin destino

agua hirviendo sobre su intento
de pasar desapercibida
un cadáver de azúcar impalpable

6

el olor del pasto
recién cortado
anuncia el día

el rocío de la mañana
congelado en mis orejas
trae viento de tormenta

sigo el camino de arena
quemada por el tabaco
y las botellas de vino

busco direcciones en la piel
anotaciones de tinta borrada

el hombre me apunta
con su uña deforme
me lleva hasta su barba

manos de cemento
y dientes amarillos
de encierro al aire libre

su nombre es todos
dice en un idioma
que no descifro

sin hablar escucho
su historia circular

soy el hijo de un empresario
que no atiende el teléfono
mientras me desangro

soy una presa política
esperando en los bordes
que no prendan la luz

soy un doctor prestigioso
que visita la morgue
cuando cae la noche

soy una extranjera asustada
que junta piedras de la calle
y se las tira a la camioneta

soy un dirigente aplaudido
limpiándose la sangre
en el baño del hotel

soy un linyera acostado
en el banco de una plaza
soñando con perros

soy el hombre que espera
sentado en la vereda
que pare la lluvia

soy el episodio reprimido
de un paciente medicado
que sale a caminar

sábado, 8 de diciembre de 2018

Valeria Sandi Peña -En este espacio

Valeria Sandi Peña, Santa Cruz, Bolivia, 10 de abril 1991


En este espacio

En este espacio
perforado está el cielo
la nube de polvo
oscurece nuestro cuerpo.
No hay luz
arremete la miel
sobre las veredas.

La sombra
de los verdugos
buscan
nuestros pájaros
quieren lapidar
nuestro día.
Su escritura
final
nos va alcanzando.

Mis venas
están sueltas
transpiro
los sueños
Va en picada
esta memoria.

Sigo caminando
se tiñen
mis pies.

No quiero olvidar
es aquí dentro
donde llevo
un pájaro
de vasta luz
que cierra los ojos
cuando el silencio
regresa
y me habita.

jueves, 6 de diciembre de 2018

Leonor Mauvecin -Los últimos comediantes

Leonor Mauvecin , Córdoba, 8 de diciembre 1950 


Los últimos comediantes

Aquí estamos
Entre todos los últimos comediantes.
Entre los socavones del amanecer.
Entre los manifestantes con banderines de plomo.
Entre las innumerables mentiras.
Entre los ingenuos culpables  y los malvados.
Entre los que emigran dejándonos una cicatriz de aborto.
Entre los sórdidos mendigos con sus mendrugos agusanados.
Entre los locos

Entre los insaciables que consumen la última hamburguesa
y juegan al polo con caballos de palo y escopetas.
Entre los que devoran bibliotecas con la única finalidad de sí mismos.                                                               
Entre los que miden el último gen del genoma humano
para saber que somos sólo el doble que una lombriz
y menos que un insecto.
Entre los que buscan el primer contacto con el mono
en el mítico eslabón de la historia.
Entre los que deambulan con los pelos rojos
y el rock and roll en sus orgasmos.
Entre los que gritan con Charly
sueñan con Fito o comen langostas aladas
en los recitales nocturnos de los Redondos .
Entre los que miden el compás de un tango abovedado
Y huelen la nostalgia de una calle desierta.
Entre los que no saben volar o no pueden
y usan polvo blanco o jeringas  para vivir una vida prestada.
Entre los que ven la muerte.
Entre los que ven la muerte en pantalla chica
y se creen a salvo.
Entre los que viven la vida como una película del Far west
hartos de pochoclo y coca cola y se pegan a la imagen
dejando sus máscaras en las ondas del aire.
Entre los que hablan y leen un lenguaje universal
y buscan la metáfora.
Entre los que hacen dedo en las autopistas
y pagan el módico peaje de la intemperie.
Entre los que aman.
Entre los que venden un cielo de cartón
Con un rey de bastos dispuesto a golpearnos en las dos mejillas.
Entre los que caminan kilómetros para escuchar
al famélico maestro con su magro librito bajo el brazo.
Entre los que descubrieron la ternura.
Entre los que descubrieron la ternura
y golpean las puertas.
Entre los que golpean las puertas buscando la salida
hasta que la sangre florezca en las manos .
                                                                       

martes, 4 de diciembre de 2018

Sergio Bizzio -Lloraría

Sergio Bizzio, Ramallo, Bs As, 3 de diciembre 1956


Lloraría

Por el vasto territorio de la manija, marchemos!
¡Por los radios de lo que es liso, por la espiral
de los que no serán hombres ni aunque los castren,
marchemos, marcianos!

¡…!

¿La verdad?
No quiero escribir más.
(No vivo).

¡Lo bien que haría!

¿Pasarme el día encerrado
escribiendo,
riéndome de a ratos como un loco,
encerrado como un loco,
solo como un loco?

¡Si me va tan bien cada vez que salgo!

La gente es feliz “por momentos”
y con “pequeñas cosas cotidianas”.
¿No es para llorar?
Les das algo y te agradecen,
les das más y hacen silencio.
El mismo desconcierto
siento yo
cuando pienso
en el tiempo
que pasé
escribiendo.

¡Y lo poco que guarda uno!
¿Ven esa montaña?
Es lo que escribí.
Al pie de la montaña hay un hombre.
Soy yo. Es lo único que queda.

Y eso que yo era un niño quemado por el cielo
(¡marchemos!),
brillante de vanidad…

(No es para llorar
pero lloraría).

Lloraría por el tiempo que pasé escribiendo.
A los gritos,
cubriéndome la cara,
en medio del living,
en tu baño,
en un baño cualquiera,
en el asiento reclinado del auto de un amigo
-si es que se acuerda de mí,
si es que me lleva-
lloraría,
lloraría como un hongo,
como un remo,
como un vidrio.

Lloraría acostado,
dormido,
pálido,
inactivo.
Pero me levanto y escribo.
Pongo un pie en el suelo y voy y escribo.

La gente sale a buscar trabajo,
a comer,
a bailar,
a gastar,
a ver un eclipse mientras yo escribo.
Mi hijo juega solo mientras escribo.
Mientras escribo se encuentran los amigos,
se hacen negocios,
política,
dinero,
sexo,
trampas,
guerras,
matrimonios,
puentes,
atentados,
juicios,
“relaciones”.
¿Qué es lo que no se hace mientras escribo?
¿Qué es lo que se hace
aparte de no escribir?

Lloraría
y lloraría
y lloraría, cómo que no.
Lloraría por lo que perdí
(¿vos no?)
pero más por lo que evité.
¿Por qué lo perdí, por qué lo evité?
¿Qué estaba haciendo?
¡Escribía!

Ahora mismo, en lugar de llorar, escribo.
Pero llorar no es lo mismo que llorar.
(¡Ya ni escribir es lo mismo que escribir!)
Escribo en lugar de cualquier otra cosa.
Escribo en lugar de todo
menos de…

También voy a comprar pescado para la cena.
El vendedor pone los filetes en una bolsita de nylon y,
mientras la hace girar en sus manos enguantadas,
me pregunta si quiero algo más –“¿Algo más?”-,
lo pregunta tan amablemente que lloraría.

¡Eh, no!
Sí, también.
También lloraría por eso.
Lloraría por las palabras compuestas
-superhéroe, ciberespacio-
¿cómo no voy a llorar por la amabilidad?

Lloraría cuando bebo (pero no lloro).
Descorcho una botella “con frialdad calculada”,
es cierto, pero cualquier otra cosa que diga
sería exagerar.
Qué feo es no ver, no saber
¡y encima exagerar y no beber!

—¿Por qué te vas?
—¿Holá?
—¿Por qué?
—¿Por qué qué?
—¿Por qué te vas?
—Porque no como desde temprano: estoy muerta de
hambre.
—¿Me cortás para ir a comer con otro?
—¡Voy a comer con una amiga!
(Siempre hay una china
en la gran llanura de la excusa).

¿Lloraría?
Y, sí.
Lloraría por la que está,
por la que no está,
por la que estuvo,
por el que fui cuando estuvo y por el que no seré con la
que no estará.

¡Marchemos!

¿Llueve?
Llovizna.
Lloraría.

Me hace llorar la luz,
pero igual lloraría.
Lloraría siempre, pero también a veces.
¡Qué lástima me da!
Matan a un joven y veo una foto de su madre llorando.
Lloraría con ella.
Un chico me pide una moneda.
Lloraría.
Una anciana cruza la avenida con pasitos de hormiga.
Lloraría.

Leo la frase “un provocador de la política posmoderna” y
lloraría.
Lloraría cuando leo que “una invasión de bibliotecarios
disparó las ventas”.
Lloraría cuando leo en el diario el título “tres para soñar”,
o “una mirada sin prejuicios”, o “el destino de occidente”.

Cuando se apuesta a la claridad o a la oscuridad,
cuando es diferente pero igual
también:
lloraría.

¿Te agredo?
Lloraría.
¿Te hago falta?
Lloraría.
¿Llorás?
Lloraría.
¿Me querés?
Sí, te juro: lloraría.

-Papi ¿los bebés piensan?
(Digo que sí con la cabeza).
-¿Y entonces por qué ese bebé llora en vez de pensar?

¿Lloraría de qué?
¿De tristeza, de furia, de amor, de arisco, de miedo, de
enfermo, de genio, de vivo, de muerto, helado y ardiente,
rabiosamente,
verdaderamente,
lloraría mentalmente?

¿Y con qué?
¿Con los ojos, el alma, los dedos, el paso, la obra, la voz,
la ropa, con qué
marcharía?

¿Y por qué?
¿Y por qué, si escribo, lloraría?
¿Y si ya no escribo?

¿Y si son los otros los que no escriben más?
No quiero que ella sea algún día una señora
que de joven publicó una novela.
¡No!
Quiero que sepa, que sienta, que siga.
(Saber, sensibilidad y continuidad).
Pero si yo no estoy
no está mi fe.
¿Y quién es ella?
¡No sé, qué se yo, la Mujer!
¿Lloraría?

Ay, mi Dios, qué difícil: a veces, sin quererlo…

Noto, por ejemplo, que no considero
llorar de risa (de la risa)
ni reirme de dolor o de tristeza.
¿Por qué? ¡Porque no!
¿Qué tiene la tristeza que dé risa?
No sé los otros, pero yo no me reiría de la tristeza
y mucho menos hasta llorar.
¿Me reiría de un hombre que medita?
No. Y tampoco de quien descree de lo que piensa.
(Todo lo contrario: si tuviera manos aplaudiría).
Puedo reirme de mi tristeza, de mis aplausos, pero no de la
tristeza de los demás.
(aunque sí de sus aplausos).
Supongo que eso es algo que “no se me da”,
de la misma forma en que no se me da la esgrima.
Si se me diera lloraría.
Lloraría por las cosas que se me dan.
Lloraría por las cosas que no se les dan a los demás:
talento y alimento, principalmente.
Lloraría (de emoción, esta vez) por el talento,
pero también por las zanjas, los atajos y la interminable
espiral de lo menor.

El otro día, sin ir más lejos, una chica, en la calle, me
preguntó:
-¿Vos no sos Bizzio?
Dije que no con la cabeza y terminé en su casa.
Me había leído bien, pero yo fumé y me fui: empezó
a hablar de cine.
Todos los enemigos del arte están en la Industria, dijo.
¿Lloraría por un vendedor de penicilina adulterada?
¿Y por la chica chica que buscaba impresionarme?
Pienso en ella y lloraría:
se desprendió un botón de la camisa,
mi lectora con ojos de almendra bañada en miel
se desprendió un botón de la camisa y dijo, dijo, dijo.
Yo escuchaba lo que ella misma no oía.

Lloraría por los que suben el sonido y enseguida lo bajan.
Lloraría por la gente que ve tres globos y una luz y va.
Lloraría por los que creen que lo que molesta es la ropa.

Es peor estrellarse contra la nada que contra el dolor.
De eso no hay duda.
Así que lloraría por la timidez del tímido,
pero también por la ilusión del iluso.
Lloraría por los que tienen miedo.
Yo mismo tengo miedo.

“No pensé (pensé, pero no sirvió),
“no escribí (escribí, pero me esforcé),
“no amé (amé, pero aquí estoy),
“no fui siempre justo, ni honesto, ni bueno, ni responsable, y ni hablar de cosas
como la tolerancia o la humildad”.
¡Lloraría!

¿Lloro?
Quién sabe…

Lloraría, pero escribo.
La pregunta “¿Por qué escribir?” se ha mejorado a sí
misma en su doblez:
“¿Por qué volver a escribir?”

—Volvé, volvé, por favor, vení…

Son las tres de la mañana
aunque el reloj indica que es mucho más…
Amanece.
Escribí.
No lloré.
Y con la misma suficiencia,
con la misma dudosa soberbia,
amigos (chicos),
amanece.

domingo, 2 de diciembre de 2018

María Lanese -I

María Lanese, Ripalimosani, Campobasso, Italia, 5 de julio 1945


I
                           Percibir en la oscuridad del presente esta luz que busca alcanzarnos y no
                                                              puede hacerlo, ello significa ser contemporáneos.                                                                                                                          Giorgio Agamben                                         

¿Tendremos en esta oscuridad
algún lugar?
¿Podrá visitarnos en esta oscuridad
algún vislumbre?

¿Serán los mismos huesos
los que brillen
cuando hayamos
recuperado los espejos?

Males de otros tiempos
sentencian los del porvenir
son los que no dejan de ulular
en los resquicios del quebranto.

¿Serán los días por venir
los que descifren
cuál fue la advertencia
desviada de su intento?

¿Serán los peces en la red
los que presienten el fin
mientras el agua
todavía los contiene?

No podemos saberlo
no todo saber proviene de las sales
también la oscuridad presume
de albergar los designios de la luz.

¿Cómo podría alcanzarnos
en un mundo irredimible
dispuesto a ignorar
lo que la noche no olvida?

Sería incapaz de encontrarnos
inundados, sumergidos, complacientes
como estamos con esta era vulgar
de amañada, artificiosa incandescencia.



viernes, 30 de noviembre de 2018

David Diop -El que todo lo ha perdido

David Diop, Burdeos, 9 de julio 1927 – Dákar, 29 de agosto 1960
Traducción María Renata Segura


El que todo lo ha perdido

El sol brillaba en mi cabaña
y mis mujeres eran hermosas y ágiles
como las palmeras bajo la brisa nocturna.
Mis hijos se metían en el gran río
de profundidades de muerte
y mis piraguas luchaban con los cocodrilos.
La luna, maternal, acompañaba nuestras danzas
El ritmo frenético y pesado del tantán,
tantán de la alegría, tantán de la despreocupación
en medio de la hoguera de libertad.
Luego, un día, el Silencio...
Los rayos del sol parecieron apagarse
en mi cabaña desprovista de sentido.
Mis mujeres comprimieron su enrojecida boca
contra los finos y duros labios de los conquistadores de ojos de acero
y mis hijos dejaron su apacible desnudez
por el uniforme de hierro y sangre.
También la voz de ustedes se ha apagado.
Los hierros de la esclavitud desgarraron mi corazón,
tantanes de mis noches, tantanes de mis ancestros.

miércoles, 28 de noviembre de 2018

Rita Kratsman -Cuerpos con música de fondo

Rita Kratsman, Bs As, 16 de junio 1940


Del libro Cuerpos con música de fondo

ritmo y percusión, coral al aire libre, nadie
proviene de una mansión suburbana
¿qué querés hacer que no hiciste hasta ahora?
este crepúsculo no desaparece por la niebla
la fiesta sigue y se hunde entre los tilos, tilitos
¡carissimi, cuidado con la belleza
en una carreta de asnos!ni tan alto ni tan bajo
que Ícaro indócil haga uso de sus dones
hacia la luz de la verdad
de modo que los pájaros desplieguen su cortejo a cielo abierto
confiriéndole un tono nuevo a la poesía
¡todo el poder a los pájaros!
aun considerando la ósmosis personal
es lo que el ágora te deja, además de bombos exaltados
por crestas de plata bajando del cielo
proponemos que esta música
sea premiada al término de la noche

*

veredas que suben y bajan
cada hierba entre las baldosas podría contar
una vida, techos bajos de zinc
donde las letras desaparecen con el termómetro
el único rumor que circunda da cuenta
de alguien baldeando algún patio
chasquido rítmico de una escoba gastada
la tarde se encarga del reverbero caliente y
de la vieja con sus entristecidas coronarias
en una silla de paja que
parece estar diciendo estoy rendida y no lo vi todo
pero son las 2 PM y está que arde para seguir afuera
una locomotora raspa las vías
aumentando el escozor de su piel, en tanto
unos pájaros que entran
y salen de la construcción vecina
imitan el ritmo de un poema de Ferlinghetti
con sus oiseaux de madera en
las sogas del lavado

*

el esmog cuelga sobre el Riachuelo: acquamorta
remanente de una ciudad productiva
una nave cualquiera alimentaría el sueño
de una tierra de trópicos
si te largás a nadar es bueno que sepas que nadie
se aleja ni vuelve
la niebla puede unificarse con tu ojo aunque
igual verías lo que hay que ver
el peso de un cuerpo en el fangal
estaría amortiguado por el ritmo alborotado
de la calle más cercana y en la palabra sujeta
a ese efecto se lee miedo
¿alcanzará el héroe a construir un refugio seguro?
Dedalus discutía con Bloom
acerca de cómo morir y enterrar a los muertos
ningún pez se animaría a remontar ese curso
y el agua, pasando por los bordes sucios
ahora








lunes, 26 de noviembre de 2018

Francisco Luis Bernárdez -El Ruiseñor

Francisco Luis Bernárdez, Bs As, 5 de octubre 1900-Bs As, 24 de octubre 1978


El Ruiseñor

Todas las noches de aquel tiempo, la voz lejana y misteriosa me llamaba.
Cuando las cosas se dormían, el dulce canto en el silencio despertaba.
Para escuchar lo que decía, yo interrumpía mis deseos y mis páginas.
Y con las manos distraídas cerraba el libro y me apoyaba en la ventana.
La voz llegaba de tan lejos, que en vez de oírla parecía recordarla
Y era tan pura y tan hermosa, que percibirla parecía profanarla.
Pero aquel canto me atraía, y hubo una noche en que sentí que me arrastraba
Y que hacia el bosque en que vivía, con una fuerza irresistible me acercaba
A cada estrella de aquel cielo, la tierra fiel con una flor le contestaba
Mayo reinaba dulcemente, yo ya tenía corazón, y era en España.

Llegué a la orilla de aquel bosque cuando la noche era más bella y más profunda
Y con el alma en cada paso fui penetrando poco a poco en la espesura
Entre los pinos soñolientos el viento andaba como un niño entre columnas.
Y en voz más baja que un suspiro les preguntaba por el mar y por la lluvia.
Vagos rumores vegetales estremecían la quietud meditabunda.
Y delicados aleteos acariciaban el silencio con ternura.
Pero el silencio iba creciendo, pues esperaba el nacimiento de la música
Y cada vez era más débil aquel susurro de las hojas y las plumas.
Todas las cosas descansaban con esa calma que precede a la hermosura
Y de repente el bosque entero se conmovió con una voz como ninguna

Primero fue como una queja, como un sollozo de cristal, como un gemido
Luego un sonido entrecortado por el murmullo tembloroso de los pinos.
Más tarde un hilo melodioso, luego una pausa y un rumor, después un trino.
Y al fin el canto, el canto, el canto del ruiseñor en el silencio conmovido
Un canto limpio y armonioso, cuyo fervor era el del aire sensitivo.
Y cuyas notas inflamadas resplandecían como gotas de rocío
Más inventivo que el del fuego, su movimiento era el del alma y el del río
Se deslizaba por el tiempo, pero en la paz del corazón estaba fijo.
El canto ardía en el silencio con el misterio de un lucero lejanísimo.
Impenetrable y luminoso como un purísimo diamante, pero vivo.

Cerrada estaba todavía para mi frente silenciosa la Belleza
Y de repente, por el canto del ruiseñor, tuve noción de su grandeza.
El gran amor que lo encendía se desbordaba de su voz con inocencia.
Y algo del bien que yo ignoraba caía en gotas de emoción en mi conciencia
Entonces vi con toda el alma que aquella voz era un destello de la eterna.
Que la pasión que la inflamaba me daba el ser para que yo la comprendiera.
Que aquel amor era la fuente del manso río de mis ojos y mis venas.
Y la raíz que alimentaba la voz del mar y la canción de las estrellas.
Luego salí de mis sentidos y me encontré desamparado en las tinieblas.
Y sin más luz que la del canto me fui perdiendo en un olvido sin fronteras.

Y así, perdido para todos, hallé el sendero de mi vida en aquel canto.
Tuve conciencia de mi rumbo, supe la causa y el objeto de mis pasos.
Vi la razón de haber nacido, de amar la luz, de ser feliz, de haber llorado.
De haber estado pensativo, de ver, de oír, de comprender, de estar soñando.
Al despertar alcé los ojos; y no recuerdo si después junté las manos.
Sólo recuerdo que la dicha me hacía sitio con amor en su regazo.
El alba erraba por el bosque con un dulcísimo rumor de pies descalzos.
Y va se oía el de las cosas entre los trinos cada vez más espaciados
Luego cesó la melodía del ruiseñor y se apagó la de los astros.
Pero en mi frente silenciosa la voz divina ya se había despertado.


sábado, 24 de noviembre de 2018

Viviana Ayilef -Reportes de Trelew

Viviana Ayilef, Trelew, 24 de septiembre 1981


Reportes de Trelew

Aquí la libertad viajaba en taxi
y la morían
en las afueras, a sabiendas

aquí la noche nunca duerme
se mastica los chicos

puebla los paredones

“aborto legal para no morir”
“das neves presidente”
“¿qué pasó con Julián Antillanca, golpeadores?”

las mañanas dan cuenta
de un tajo en la memoria

una marcha se acerca en sus pancartas
un hombre
mira con la sospecha de costado

una mujer
apura al niño que lleva de la mano
…no preguntes

las viejas de las tiendas
balan desde allí dentro
sus repudios

y el único que entiende
de qué se trata esto
es el gordo Jesús
que mira y baja la mirada

porque la muerte no tiene clase.
Y todos los domingos
la alienación comprime la nostalgia
sacamos a pasear las soledades

“¿Dónde está Julio López?”
“Justicia por Pablito”

carteles en fotocopias,
pintadas en aerosoles
ilegales

Y más allá
afiches gigantescos en colores

“monólogos de la vagina”
“chayanne en Trelew”, tan bonito.
“pour la gallery”.

Y a su costado en la vereda
una mujer acuna un niño
“¡ayudás y ganás!”, se escucha en un parlante;
un viejo ciego pasa sin ser visto;
un taxi cruza en rojo
mientras saluda a los muchachos del silbato

y el día muere
como se mueren las historias
que terminan de noche

un hombre abraza a una mujer
un niño nace
un patrullero arranca velozmente

así es nuestra ciudad
se conmemora el once la Asamblea del Pueblo
oficialmente
en el teatro
donde una mina en bolas, y un boludo
también
se llevan los aplausos

y la memoria sangra y duele nuevamente
y el hijo de un amigo muere asesinado

y aquí estoy yo
sin nada bello que decir

y no hay más novedades,
dieciséis compañeros fusilados.


jueves, 22 de noviembre de 2018

Iván Quezada -La pensión

Iván Quezada, Valparaíso, 18 de enero 1969


La pensión

Estoy en una pensión cubierta de polvo,
habitada por desconocidos que nunca ven el sol
En el vestíbulo una mujer dice:
«todo es una equivocación de la ciencia»
Alguien responde que se habla por arrogancia
Yo mismo explico que nada tiene importancia,
salvo soñar un mundo inexistente
Recuerdouna lluvia de infancia
en que vi palomas bajo unos techos de zinc
Busco a alguien y le pregunto
el significado de las palomas,
la lluvia y los techos
Pero es un burócrata del inconsciente
y me manda consultar a otro lado
Paso de una pieza con gente
a otra abandonada,
sin encontrar la respuesta
Mi vida entera sucede en un soplo,
perdido todo mi tiempo en nada
Deseo despertar,
salir de los cuartos azumagados
e irme de paseo por una ciudad de cristal
Lo consigo cuando me veo
en la casa de mis padres
y voy al patio y descubro
el jardín iluminado con antorchas
La imagen en un parpadeo
se convierte en una añoranza
Y así vuelvo a vivir toda mi vida
Siempre cuando llego al final
regreso al principio,
eterno como un niño que se ríe
de la muerte




martes, 20 de noviembre de 2018

Circe Maia -El ruido del mar

Circe Maia, Montevideo, 29 de junio 1932


El ruido del mar

Hay un tejido, una red luminosa
que tiembla en la arena, por abajo del agua.
Se ve a través del verde transparente
como una temblorosa trama.

Cuando la ola rompe su espuma
quedan burbujas sueltas, chiquitas
sobre la piel del agua:
brillan intensa, nítidamente
en seguida se apagan.

Por la suave curva de las olas
sobre su lento avance
sobre su amplio movimiento seguro
la luz resbala.
Se deslizan los resplandores
por los movedizos toboganes del agua.

Ruido del mar, qué golpe derramado
qué entreverada voz y qué sonido
tan confuso y oscuro
cuando todo en derredor está tan claro.

Todos los límites
firmes y recortados
todo con su color tan decidido
los colores tocándose
uno al lado del otro, sin mezclarse.

Y parece que cada uno: limpio
y liso azul, rojo tejado
verdor brillante
diera un sonido puro e inaudible
y todos un acorde fuerte y claro.
Pero el ruido del mar no se comprende,
se desploma continuamente, insiste
una y otra vez, con un cansancio
con una voz borrosa y desgranada...

Y no se sabe
qué es qué quiere o qué pide
el turbio ruido oscuro
cuando todo en derredor está tan claro.


domingo, 18 de noviembre de 2018

Jairo Rojas Rojas -Inmersión

Jairo Rojas Rojas, Mérida, Venezuela, 27 de septiembre 1980


Inmersión

1) Lo primero que vi fue un gran río, abrí su puerta y entré.
2) El Rey del río tejía la raíz del agua para que no se fuera tras las nubes entendí.
3) Fui bienvenido siete veces ni cuatro ni dos.
4) ¡Estamos vivos! ¡estamos vivos! ─dijo─ y escribió nuestros nombres en el agua.
5) Lo reconocí porque en sus ojos vi un rayo que atravesó árboles oscuros.
6) Se le veía cansado, pero al verme con su dedo solar provocó ondulaciones en el
     aire.                     
7) Escuché el latido del agua muy adentro.
8) Sacó su corazón y sobre la arena lo colocó, le cantó. No estaba solo.
9) No sabía si estaba frente a un niño o una madre, frente a un anciano o una
     estrella.     
10) El rey del río se fue quitando todos los rostros para asombro de los míos.

Cuando vi mis manos eran de agua, recordé los viejos manantiales andinos que  corrían por mis venas.

Sentí mi lengua desanudada.
Mi voz fue creciendo al nombrar cada letra de mi familia

Comprendí entonces que el río era un camino o una casa, una invitación o una despedida.
Todos los ríos van al cielo entendí

¿quién eres?, dijo, ¿cuál es tu historia?, ¿dónde está tu casa? dijo.

imagina, dije
cuando aquellos que no pueden hablar
te señalen la intemperie
y una casa enterrada








viernes, 16 de noviembre de 2018

Andrés Uribe Botero -Cazador de sueños...

Andrés Uribe Botero, Colombia, 10 de abril 1982


Cazador de sueños
ten cuidado
en el valle de los gnomos
donde el árbol
se disuelve en la flor,
donde el aire perfumado
te ahoga entre venenos,
donde la ninfa con su
canto te abraza hacia el fondo
del lago.

Cazador de sueños
ten cuidado,
no sucumbas
al sueño que persigues:
mátalo o mátate
pero vuelve
con los ojos abiertos.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Ernesto Rojas -Pozo de Vargas

Ernesto Rojas, Salta, 1 de agosto 1952


Pozo de Vargas

                                                            Tucumán, República Argentina

Sobrevivir, quien sabe si puedo
con la luna en la mano
a pesar de tanta muerte
sobre mis últimas respuestas
y los alaridos de la sed
que no han conocido sus madres
ni sus ríos
en la cima de los encuentros.

Vuelve para crecer desnudo
y subiste trémulo
en su cáliz de roca
en las horas de los ejércitos
que desarmó el tiempo

en los vientos
en la ceniza hueca de los huesos
grito profundo
que araña los ojos
para construir el rostro
que amamos
en los tiempos de guerra
lodo sucio de la sangre.

La tumba -Vargas- la oscuridad
Que me aplasta los brazos.

lunes, 12 de noviembre de 2018

Fernando Gabriel Caniza -La chispa

Fernando Gabriel Caniza. Buenos Aires, 6 de diciembre 1970


La chispa 

Se quiere paz cuando hay guerra
y en la paz algunos pesados
piden sangre pa’los que
interfieren sus negocios.
Si hay represalia el desconcierto
se apodera de los pasos
el andar de miles
no cambia nada en apariencia
es más bien
poesíacargada de futuro
escenario adecuado
para que una chispa
enciendala hojarasca.

Algunos dicen
en el pasto seco alcanza
una chispa bien dirigida para
que arda la espesura.
Así, con un alma en piedra, se
golpearían nuevas piedras hasta
que apareciera
la potencia transformadora
de la materia en un gran fuego. Otros
quieren esparcir
pequeños focos ardientes
en campo abierto
confían en sus luces
como un destino mágico.

Con firmeza
insistimos durante añares
la maleza tarda
en ponerse a punto.
Está demostrado:
repartir chisperos no siempre

genera fuego envolvente tampoco
una hoguera bien alimentada,
garantiza
una llama perdurable.




sábado, 10 de noviembre de 2018

Raquel Graciela Fernández -Sylvia

Raquel Graciela Fernández, Avellaneda, 11 de noviembre 1967


Sylvia

                                                                    La ventana

“La luna no tiene porqué entristecerse, 
mirando fijamente desde su capucha de hueso.”
             Sylvia Plath (1932–1963)



La ventana
vomita coágulos de cielo
y el cerebro apaga sus luces,
una a una,
se acabó la fiesta.
Yo aúllo en negro
(el negro es un silencio espeso
como la saliva
de un condenado a vivir).
Yo blasfemo en negro,
y dos niñitos traslúcidos
desayunan sándwiches de huevo,
waffles,
jugo de naranja,
en una habitación sin ventanas
al otro lado del mundo.

Yo,
mutante rubia,
fantasma de pelo rojo,
judía, jabón, jodida,
abrazando las botas de papá,
lamiendo las botas de papá,
ofreciéndole un final chiquito
de cámara de gas,
de Auschwitzdoméstico.

La ventana fue un colirio
aliviando
mi mirada de invierno.
Ahora vomita los colores,
los escupe, los desguaza,
que se vayan,
colores, placebos,
dormirmorir
se hace siempre en negro
que se vayan.

A veces,
saco la cabeza del horno,
recojo mis poemas,
recojo mis gusanos,
en una fiesta de resucitados que dura nada,
que dura apenas una ventana,
un colirio, un jabón,
unos hijos remotos.

jueves, 8 de noviembre de 2018

Virginia Segret Mouro -Tango nocturno para el bandoneón de Taio

Virginia Segret Mouro, Banfield, 19 de octubre 1953


Tango nocturno para el bandoneón de Taio

Tocame un tango, Taio.
Un tango desconocido.
Una provocación inquietante.

Todo acorde tuyo desgarra
las amapolas desdeñosas de la intemperie.

Tocame un tango, Taio.
Un tango imposible.
Un tango de sudestada en el río.
Una inundación incesante
que encrespe el límite vacilante
entre la piel de la noche
y el tuétano sangrante de los vinos.

Traeme acá tu bandoneón temblón,
que nos va de trinchera
la noche y sus lagartos y vigías.

Llename de aluvión de tango, Taio.
Tu música,
en el embrujo de esta noche
descampadamente azul,
cósmica,
tatuada con sus propias estrellas.

Para esta mirada que deshila
la penumbra insolente,
tango.
Para tanta extrañeza poseída
por el privilegio del secreto,
tango.
Para esta trashumante
acodada al filo del iris de su gato,
el temblor de ese beso.

El temblor de tu fueye adolescente,
Taio.

martes, 6 de noviembre de 2018

Marina Irkalla -Percepción

Marina Irkalla, Piura, Perú, 20 de marzo 1988


Percepción

Fosforece la forma del silencio
y le devuelvo la mirada.
Ante él se descubren todos los objetos antiguos
que presentía en la niñez,
como el tiempo, los gerundios y las cosas.
En la revelación más imprecisa
cada coma encuentra su lugar,
cada punto se sabe exacto,
cada línea esconde una verdad.
La tinta nace en el dedo y se expande
con la claridad de un astro
hacia el nacimiento
del texto encarnado.
Si soplas una vela, se hace el día,
si soplas una vela, cae la noche:
es una sola flama la que teje el mundo.

domingo, 4 de noviembre de 2018

Marco Antonio Montes de Oca -Balance

Marco Antonio Montes de Oca, México, 3 de agosto 1932 - México, 7 de febrero 2009


Balance

Maté la nube de mis pensamientos,
cedí terreno
a los pensamientos de la nube.

Predije con Apollinaire las nuevas artes,
advertí en un claro del bosque
otras manchas verdeclaras,
ardientes zonas en que pude establecer
una pausa encastillada,
labios que sonríen
en el espejo de la primavera.

Muchas cosas conspiré
con el domingo echado a mis pies,
con el tiempo sirviéndome de suelo
y el espacio, mi leal pareja,
aferrado a mis hombros para no caer.

Muchas veces mil veces
me hundí en sueños más sueños que los sueños,
al imaginarme cómo la golondrina corta,
con la tijera azul de la cola,
ciertas cosas ciertas:
pinos, sauces, tilos
contemplados al trasluz.

Confesé a medio mundo
que ésta es mi hora y no es mi hora,
que todo depende y no depende,
que mis pies han bailado
desde antes de saber andar.

No pude permanecer
ni seguir adelante
ni volverme atrás:
la sola solución fue despertar.

viernes, 2 de noviembre de 2018

José Sbarra -No nos une el amor

José Sbarra, Bs As, 15 de julio 1950 – Bs As, 23 de agosto 1996 


No nos une el amor

No, naturalmente, no nos une el amor
sobrevivimos sin amarnos
¿Cómo podríamos amarnos? Nadie ama a un desdichado
salvo que se trate de un hermoso príncipe de cuentos
y su desdicha sea sólo aburrimiento o hartazgo.

Nos cansa pronto escuchar un gemido
y más aún cuando no proviene de un bello infante Abandonado
en una cesta a orillas de un lago de garzas y
flamencos.

No, los desdichados estamos confinados a sobrevivir en
la soledad masticando nuestra humillación como un veneno
que nunca nos mata.

No, naturalmente, no nos une el amor
en todo caso, lo que nos une es un idéntico resentimiento
una misma rebelión, una rebelión
tan desmesurada que acaba por volverse
estéril. No es una rebelión genuinamente política ni
religiosa, es la rebelión
de nuestro origen contra sí mismo
de nuestra sangre contra sí misma
de nuestra nada contra la nada o
de nuestro cielo contra el cielo de los otros.
Es la rebelión de los que sufrimos porque deseamos algo
que no existe.

No, naturalmente, no nos une el amor
nos une el magnetismo de esta casa;
nos une este laboratorio del dolor;
nos une este cuarto que nos aísla del Insulto,
del bostezo indiferente de la calle,
de las lluvias heladas del invierno,
del sol ardiente del verano;
nos une este lugar en el que somos contenidos
y este tiempo que nos mide.

No, naturalmente, no nos une el amor
nos une la misma búsqueda
(o la misma fuga)
Nos unen, en definitiva, los mismos interrogantes,
las mismas ignorancias
y el mismo deseo (una bruta ansiedad)
por conocer al menos el por qué de nuestro sufrimiento.

No, naturalmente, no nos une el amor
nos une, en el mejor de los casos, el terror a la
soledad completa, la incapacidad de amar a otro ser
sin sentirnos inferiores y humillados.
Nos une un orgullo que se alza cuando más desmoronados estamos.
Nos une la incredulidad de que alguien diferente pueda
amarnos.

No nos une el amor
nos une la vergüenza.
Nos une el pudor de saber tan íntimamente cómo es el otro
y de no saber con la misma intimidad quién es el otro.
Nos une un raro temor, algo así como una envidia anticipada por si uno de los dos ingresa al mundo de los seres
dichosos.
Nos unen todas las bajezas visibles y las previsibles.
Nos une el fracaso como un pacto de niños,
firmado con sangre y alfileres.

No, no nos une el amor
ni la esperanza de alguna vez amarnos
nos une nuestro empecinamiento contra las insalvables
distancias que nos separan.
Nos une la inercia de dos esculturas que, comparten una
plaza: cada una sobre su piedra sin poder alejarse un
solo paso
pero también sin poder acercarse un solo paso.
Nos une ese acercamiento incompleto
ese mirarnos cada uno desde su altura
(o desde su miseria)
Nos une un largo silencio cargado de palabras
que pesan demasiado para decirlas así porque sí,
sin garantías de que no estallen en los labios al pronunciarlas.

No, no nos une el amor
que es un puente
lo que nos une es un abismo.
Nos une este lamento
que trazamos las tardes de lluvia como dos gatos
arrinconados por niños armados con piedras.
Nos une este lamento
como una esperanza involuntaria, inconsciente, de que él nos salve.

No, no nos une el amor
quizá sea el infortunio el que nos obliga a aferramos
con tanta vehemencia,
quizá sea este viento por el que nos dejamos arrastrar
o quizá sea esta penumbra que nos desdibuja.

No, no nos une el amor
nos une el acicate de una soledad idéntica y diferente
y no es únicamente el temor a la soledad presente
es también la premonición de encontrarnos solos en el
futuro.

martes, 30 de octubre de 2018

Leonor García Hernando -La intensidad de las víctimas

Leonor García Hernando, Tucumán, 20 de julio 1955 - Bs As, 30 de marzo 2001


La intensidad de las víctimas

con guantes de encaje
vienes a romper mi frente, mi aleta de nadar en la avenida
sucia
¿qué quieres de mí, más que ese corazón
que comes de entre enaguas?. Tu delgada cucharilla
de plata escarba su lenta carne idiota.
No mires aún los círculos tristes de mi oído. No hables
sobre la cabeza inclinada en el mimbre esta guillotinada
debe todavía? ¿cuántas monedas de púrpura fiebre?
la indigencia en túneles no es suficiente.
Me quieres con el foco en la frente, como una muñeca de
loza en el teatro cerrado
este estrellado cielo contra mi nuca
esta mano de tinta en el cuello quebrado
hay una intensidad en las víctimas
un esplendor en esos ojos alzados hacia el que ajusta un
pañuelo de seda
hay una intensidad en las víctimas
en la sombría indiferencia con que levantan la frente
cuando la piedra es lanzada desde las terrazas
una impresión de sello en lacre tibio.
He de dormir después atropelladamente un
automóvil plateado sobre un gato tuerto, en la ruta a
Dolores. Lo vi hace 16 años y el gato fascinaba con su
único ojo abierto en el pavimento ardido. En la banquina
blanda como un arrozal, el vapor saturaba los nervios. Lo
brutal sucede tan rápido
y ha quedado esa oscuridad del grisado asfalto extenso
también en mi corazón
detalles en los abismos flores que crecen rarísimas en
la pendiente abrupta pétalos y agua fangosa que se
estiran en un fondo atravesado el crimen que agita las
sienes el sol contra el agua final de ese paisaje roto,
para que llegue descalza la intensidad de las víctimas
recuerdos que caen pesados y fatales en un deshacerse de
plumas pequeño navío de velas pálidas que el
atardecer consume suavemente
detalles ¿sutilezas? pequeños bocados de un pan
rancio desviaciones que son desgracia sólo para el
desgraciado.
Otros pasan rasantes sin hundirse
sólo los intensos resbalan con la espina dorsal arran-
cada como una mala hierba de entre los pulmones,
los dedos negros de arañar terrones y el creciente cabello
de los muertos en la noche de una tierra partida
puedo contar algunas cosas porque he
dormido en vigas secas y puedo hablar de algunos
sucesos que ocurren en las estaciones de tren al
contemplar a los amantes que tiemblan
y puedo preguntar, sí, seguro que sí,
puedo pedir alguna explicación porque la estafa ha sido
altísima
porque me han quitado dientes en los intervalos
y perdí papeles en autos que sangraban una luz rojiza
y puse mi rostro entre las uñas, sin poder respirar,
pedí deseando verdaderamente que me den y no me
dieron
candelabros y fragmentos que el agua inunda bibliotecas
en sótanos sumergidos algas en un temblor que es de
rezo nocturno
yo no pedí venir a esta casa a esta
división de las manos sobre materia ácida
quítenme este sombrero de paja de la
frente estas enaguas estas construcciones que me señalan
quítenme ese aire confuso ese olor a
remedios en un cuarto cerrado y caliente ese manto
sobre los hombros débiles y aún así la intensidad brillará,
su rareza será un esplendor en la noche de ráfagas su
estación será el verano de un agua estancada
y todo por preguntar: ¿por qué somos intensas las
víctimas?
¿por qué nos distingue el daño entre los nadadores de la
piscina?
¿por qué vinimos al mundo para sostener un estuche de
fósforo?
no pedí esta docilidad de las sábanas
que cubren el cuerpo desnudo no quise la gramilla
del parque fisurada por fuentes de piedra
no pedí esta fiesta de rosadas flores de hule y las pupilas
dilatadas en el calor de boleros
porque hay una intensidad en las víctimas
porque camino entre jardines enrejados con un búho
blanco en el hombro
yo no pedí venir no quise que los altísimos techos
negros fueran sostenidos por columnas doradas no
quise esta losa grabada en mi boca
me hiere como otro alfiler clavado du-
rante mi trabajo de costura ver los labios de los que dicen
amarme.
La intensidad sumerge las palabras que se dicen al oído
con el musitar de un moribundo
no pedí venir bajo estos carteles que en la noche subida
palpitan como animales cansados no quise estos gru
-mos no besé su garganta para dormir con agua de es-
malte frío sobre los párpados. Sólo ayer dormía con un
cuerpo olvidado sobre la hierba y tuve unos días de sere-
nidad sobre los lunares de mi pecho
y pasaron días inmensos, de frías rajaduras en los vidrios,
sin que nadie pregunte por mí, sin que a nadie aflija mi
cabeza rapada
yo no trato con pequeños incidentes
aquí estoy mi boca de cine mudo aguardando su
bermellón pastoso como una sangre reciente
la capucha de piel caída en la espalda.
En un cuenco de madera sostengo la vela de cebo
marchito e ilumino el corredor
hay una intensidad en las víctimas
hay elegidos para la caricia
y hay elegidos para la navaja
he dado mi luz en un pasillo que se hundía en puertas
entre esos grises deteriorados de paredes que no se
ventilan
es intenso el pasillo de los retenidos
y es intenso y confuso el lecho de las asesinadas.



estamos abiertos otra vez un peque-
ño y húmedo batracio de piel lisa y ojos de desnudo azu-
lejo vivo
y sin domesticar sin respetar los estiletes
eran ofrendas de musgo y papeles que
se curvan al acercarles la llama de un fósforo .Todo era
tinta que se derrama, niebla sobre el pastizal que se borra,
cuadernos viejos de tapas arrancadas
¿Dónde estás sabor de la noche, sorpresa de los baños
con puertas escritas por rouge, carteles flojos en un viento
de astillas fijas?
¿Me querías delatora? al fin contando las
vergüenzas de una garganta acariciada al fin confesa
duerme sobre mi lengua, idioma que te
pierdes en los asientos traseros de los taxis. Escombros de
mi boca. Saliva de lentos mástiles. Bandera arrancada y
tirada sobre el cabello de los muertos.
¿Me querías de uñas esmaltadas, estúpida, de tacos
dejados en la escalera? ¿Me querías estimulante en una
sábana cruda, mordiendo bordes, poseída y sin nadie?
pídele paz a esas sienes insoladas, a ese
tajo en el vientre en la pollera ese tajo de milonga
arrastrada
y sin domesticar afilando tu tijera en la caja de costura.
tu cabello cae trenzado
y aún escribes inclinada contra el foco.
Todavía silvestre errabas entre mármoles
y no había suavidad, ni misales con dorados rezos, ni pena
tenías, ni un jarro para calentar café.
Tu proximidad con el desastre era lo que tardarías en
caer desde tus tacos de alto negro
¿para qué esa rasada tela nocturna? ¿y las escamadas
estrellas que se estremecen, como un desparramado pez,
en la saliva de una boca que es noche sueño que se repite
incompleto pesadilla que habla por pasillos donde se
apagaron las lámparas?
deja tu lengua en mi lengua como a una
hermana siamesa como criaturas que aman su
imperfección.
No quiero el reposo de los que se estiran al sol,
apretados al agua lavada de las piscinas
no confío en el pudor. Dame hambre y bestias
y corrales de piedras encajadas y páramos lluviosos con
sombra impresa de líquenes
dame desorden muletas que derivan en sótanos
inundados columnas encaladas y piedad
quejidos en las cúpulas volcadas de la ciudad sin patria
seres expulsados de las mesas familiares, heridos entre
el estallido de las copas, entre pocillos de porcelana que
transparentan la oscuridad de las manos
seres sutiles vagamente sospechosos
dame esa sangre de los atravesados por un familiar
cuchillo de cocina
porque no callaron cuando debían
y cayeron con un trémulo ramito de perejil entre los dedos
que son vapor ahora blancas desenvolturas de un
aliento que pide.
era turbada por algunas palabras.
Completaban mi boca con un bocado enfermo "Pañol de
Herramientas" nombre de un cofre alto, de un sufrido
gris resquebrajado, abierto para mostrar sus tenazas y
filos en un orden de amputación y de encastres; olor a
trabajo, a dedos percudidos, a madera iluminada de
lustres, a hierros domesticados. Eran hombres convirtien-
do la materia en objetos
y yo aullaba con la frente sujeta a un vidrio de esquina
Montevideo lapicera fuente negra de tanque trans-
lúcido pereza de la virtud que quiere sábanas rajadas
como vendas jergón donde vas a tirar tu cabello a las
débiles arañas de cabezas ocres, cuadradas, malignas.
los ojos se derraman en una mirada
aturdida. Las bocinas inyectan la noche de pánico. Un
hotel incendiado se retuerce con su cúmulo de amantes
desprovistos
escribe hazme este reino amargo: un fruto de carozo
verde
intenta separarte de tu piel como un reptil en su época de
mutaciones
estás despojada de encanto
idiota de medias negras esperando el deslizamiento del
ascensor.
Vives de esas imágenes desatadas
escribe:
era sospechosa entre los que avanzaban con el
capote golpeando sus tobillos
era escurridiza entre arcadas, donde los hierros rojos
se imponen como una flora menstrual
era ilusa y aún así, las mujeres ciegas anudan
las perlas de sus collares. Aún así, con la mano abierta
recibías las peinetas de vidrio
otros hundimientos envolvían la
garganta con un celofán que brillaba quejándose
en la noche algo ardía hoteles del once y algo se inundaba.
La boca iba hacia las sienes y sonreía
el trapo sucio de la noche cubría mis piernas. Las visitas
eran raras, con ropas enceradas, máscaras japonesas,
extranjeros que sostenían escudillas de arroz con hongos
la patria terminaba en un pastizal
aguado. No tenías provincia no había lengua de los
padres, no tenías otro exilio que las altas terrazas
escribe relata la humedad de los bordes abismos
donde la selva se arrastra como un animal de livianas
vertebras líquenes acumulados sobre la placa negra de
un disco girante en el cráneo roto
y sin domesticar sin pausa en el destello de la hoja de
toledo, encofrada en un pequeño mango de madera,
sin adornar con jazmines el dormitorio
sin sirvientas en tu corazón.
era el país caluroso. Los hombres orina-
ban junto a las carrocerías era tarde
eras extraña como un objeto de barro
la mórbida desnudez de tus ojos en las iglesias
la mantilla caída sobre los hombros de clavículas
expuestas
una ilusión de frescura en el verano ponzoñoso
escribe relata el pecho sofocado por fardos de calor, esa
ilusión de pudor o de mar
dame palabras necias escribe
nadie abrigaba la boca de tu padre en la tumba
nadie abrigaba tus cabellos fríos, lentos, amarillentos
como un tigre
nadie acercaba el cirio de los agonizantes a tus dedos con
fiebre.
¿por qué no dejar que la tarde circule
como el pez de plata en la redonda pecera?
que la intemperie crezca en los techos de pizarra.
Los mimbres de la hamaca son extraños en este cuarto
quieto; los baúles, las botellas de vidrio azul, los íconos
que la insolación fermenta la acumulación de objetos
donde la belleza estuvo alguna vez
temblores en la sombra que crece
¿por qué no dejar tus cabellos vendados
sobre las duras hojas de hiedra?.



Deja descansar mi cabeza sobre las hojas la fría
aspereza del verde rodeando cabellos caídos
y la suavidad del dolor que ya no espera calma
sólo el abandono del musgo en las sienes
puedo ofrecer las manos lavadas de
anillos del inocente. Pero me alumbra rígida la lámpara
del sospechado
confesaría cualquier crimen con tal de
tener las hojas del sueño refrescando mi nuca
daría cualquier pista para terminar
condenada y dormir.
Deja mi cabeza en la húmeda hiedra que crece
arrastrada.
No tengo fuerzas para mantenerme erguida sobre el
pupitre.
No tengo rezo para incarme en los reclinatorios.
No tengo balas para el revólver que dejó mi padre en la
pequeña silla de mimbre.
No hay pudor para ocultar mi mentira.
Deja mi cabeza en la hierba, entre las hojas caídas de los
plátanos,
entre el murmurado peso de las agujas de pino sobre la
tierra sombría.
No es bueno que los amantes se acerquen en las mesas
de mármol
deja mi cansancio en el verde que Marzo mutila
deja mi pasión en la escarcha que cubre los brotes del
ligustro
¿para qué sonreir con un
vidrio apartando los labios?
¿para qué esa insistencia en verter el rojo
espeso de la copa en el mantel?
estoy para las hojas livianas del almendro,
estoy para las gruesas hojas del gomero luctuosas y sin
perfume,
para las hojas del nogal suavemente curvas y de
nervaduras ocres
y estoy para el silencio de los abetos cuajados de mínimas
piñas
o puedo, extensa como la Tuya Dorada, distraerme sobre
jardines perezosos.
No acerques mi cabeza a tu pecho. Bajo mi oído no
quiero los golpes de tu corazón; la mentira de tu vientre
como un suelo de tablas podridas
dame la vida de los árboles que no mudan de entierro.
Desean y persisten en un suelo aferrado como intrusos en
un baldío visitado por el juez
botellas quebradas en una vía angosta paisaje de
descuidos uñas rotas en el desastre la mano lastimada
sin trapos para cubrirla
entre juncos móviles
cae el dulce peso muerto de las flores de almendro. Es frío
desganado el agua que se inclina
seré estéril, sin codicia y sólo la cabeza hundida en
líquenes será mi bienestar
ceniza floja en la corriente viva
sombra de las manos arrastradas en el limo y ese barro es
mi vida. Es mi nombre. Es mi boca ligera, turbia, de
agitación imbécil.
La vida no ha sido sencilla.
deja mi cabeza en la hojas. Perdona este cuerpo que tan
temprano en la noche acaba su sangre
perdona ese grisado del agua que no golpeó piedra
alguna; sólo se escurrió entre pieles de batracios.
Deja mi cabeza en la pendiente enredada
¿para qué fingir cuidados por un míni-
mo jarro de loza que se quebró?
¿para qué fingir amistad con una extran-
jera sin recursos?
quiero las moradas hojas del cerezo como un fuego en la
redonda intemperie. Dame ese rubor. Dame esa ver-
güenza en la blusa arañada de los cuerpos NoAmados
devuelve mi espalda al yuyal de los asesinados
seré una buena chica.
mi cabeza rodará como una perla del collar desatado
seré muda con las pupilas dilatadas, aceitosas de
belladona
los párpados inmóviles
los muslos excesivamente blancos sobre las hojas oscuras.
La noche es de sábanas quietas
de escarabajos que se deslizan en un aire de apretadas
cortinas
de un perfume a pájaros; a plumas quemadas con un
hisopo.
Arden las estrellas del puñal en el cielo alto.
Abandona mi cabeza en las hojas.
Dame el Bosque Real de la Matanza
dame esas aguas sucias, de engangrenadas orillas,
estancadas de drogadas serpientes
y esa hermética, íntima, pobre soledad
ese bosque brutal
donde nunca estuve con nadie
en este cuarto en este Hotel de Pasajeros
estoy en maderas de un piso que cruje, con visitas que
recorren el pasillo ajeno
supondrás mi vida entre arrecifes entre piernas entre
pespuntes
y nada será cierto, más que este retiro sin puertas
este encono de paredes sin aire donde estuve de roces
colmada
sin almuerzo
sin abrigo en los hombros
sin peinetas de carey
y sin otra caricia que el monte recordado, los yuyales
fangosos, las hojas amontonadas en húmedo cieno
deja mis cabellos como algo líquido que se derrama en la
tierra,
dame tu desamparo.
No hay amor en el barro del bosque atravesado.



de delgadas uñas de arrepentida boca
es la caricia del amante y de un dorado casi translúcido el
cuerpo de las botellas desparramadas en el estante.
El crimen es sólo espera reunida
nada más para anotar: esta lámina de
objetos que se derrumban. Fulgores de un intervalo
pero,
para quién suelta su música la máquina tragamonedas?
son delgados labios sobre puertas cerradas
son intensos párpados
maletas que fermentan pañuelos bordados, ligas de encaje
negro, un perfume intenso a mutilación.
Sobre la ráfaga un hombre alza sus dedos remotos en el
aire
¿dice "perdóname esta mano de cercenados dedos en el
aire"?
¿dice "mírame la herida, por favor"?
Inútil es la sombra de la arboleda. Sobre el empedrado
el reposo es intranquilo y caliente. Otros días, miraba peces
muertos girar en la superficie de los acuarios. Eran
tristísimas esas escamas sangrientas,
esos verdes como aquellos ojos de mi padre,
esas desviaciones de lo que tiembla
deja esas caricias en mi garganta para
otra noche, para otro lugar
inútil es la sombra rota de los párpados rotos en esos
quemados ojos de mi padre
inútil el crecimiento del jazmín sobre su ceniza floja.
qué quieren de mí?
¿qué cinta debe atar mi trenza desilusionada en la espalda
deshecha? ¿Qué quieren de mí?
¿cuántas líneas debe crecer el mercurio?
ya está bien. No quiero esa insolación de
voces sobre mi nuca. No quiero pedir, otra vez, en
susurros amarguísimos, cubierta la cabeza por sábanas
sucias. No quiero que anochezca sobre esta arena, esta
boca repentina
estaba entonces despidiéndome,
dormida con el oído inclinado sobre el gotear del veneno
y aún así sin domesticar
aún así afilando la tijera de costura
¿que quieren de mí? qué espalda de desparramados
cabellos qué corza dibujada en la frente como en una
caverna qué niebla de arrugados párpados sobre el
pantano que no tiene orilla?
Bordes, son estos días de una tristeza
que no se quiere vivir.
Padre, fue mucho tiempo atrás que
éramos buenos. Tú no habías muerto
y yo era tu hija de cabellos rubios.
Padre, ¿qué apariencia tenían entonces
las catástrofes? cuando asesinaban a un hombre en un
descapotable
¿qué apariencia tenían las rosas de sangre en el tapizado?
Amanece papeles cansados rotan en el pavimento frío.
Amanece sobre estos pocos sollozos. Un baño quitará la
sorpresa de mi corazón, quitará la intriga
padre, ¿cuando fue que dormía sin pesadillas, sin
muérdago en el pecho?
papá éramos buenos entre los
alzamientos del ligustro los crímenes no cruzaban el
Puente 12 la belleza era esa ciénaga de turbio temblor,
esas estrías de serpientes rojas en la noche de un barro
que insiste
Es muy tarde para confesiones
es muy tarde
para ser en la arboleda que divaga, un padre y su hija.



no hay buenas palabras
nada para sonreir mientras giran los ventiladores de
techo.
La boca arruina la espuma de los vasos.
no preguntes por la cicatriz en el dorso
de la mano; ¿para qué iniciar una conversación? otras
lunas han dejado su párpado roto en el cielo sin que nadie
acaricie su herida
sótanos para esas sombras de bocas
huidizas
nada que decir como alguien que aferró su mapa de
los túneles
así fue que estamos descorazonados
pídeme los ojos alzados sobre los vidrios. En una cámara
nupcial estamos de espejos coronados
entre almohadas de un lupanar ¿para qué iniciar una
conversación?
¿para qué errar entre palabras como en arrecifes?
abiertos como esa paloma en el pupitre el foco
colgante sobre las trenzas que se desatan
así fue que estamos descorazonados
y el sueño inunda nuestras sienes como terrones de un
azúcar negro caídos en el té
un fluir hacia el terror. Nada que decir.
Ninguna pregunta que hacer son estos años
el cabello que el viento mueve es todo lo que tiembla
¿para qué dorar la píldora?
que un farmacéutico me pida en su cama
y que sea viejo; con lentes donde yo pueda ver los reflejos
de la vida eso estaría bien
eso sería bueno ¿para qué iniciar una conversación?
dime tu mentira sin agitación igual no me importa la
verdad
de musgo helado son las palabras de los sótanos
carne de estrellas frías
luz agria de hotel en la ruta
pobrísimas hojas de un ligustro que crece ante la puerta de
alcobas amantes
así fue que estamos descorazonados
acariciarnos sin horror y respirar. ¿Qué recordarás de este
tatuaje en el muslo, esta"dalia negra"?
Perfume de cosas dejadas se estiran bajo los techos donde
las aspas del ventilador rotan en un calor fastidioso
¿para qué iniciar una conversación?
¿para qué demorarnos en un error?
almendras amargas se suceden bajo los párpados,
iguales manos alzan la capucha de piel sobre las nucas
rapadas,
iguales alambres atan el corazón como a un animal que va
a ser carneado.
¿qué cuento de tristeza quieres darme,
qué cal qué casa de expósitos?
Mírame la frente como a la pizarra azul de una cúpula,
tan extraña, tan perdida en ese cielo sin compasión
¿Qué Dios pudo hacer estos sótanos esta vulgaridad
en las almas
qué Boca nos arrojó de la pasión? oh, veneno que
duras!
no me dejes sola. No te vayas de mí
feroces son los días
cabellos sin inocencia enaguas sin temblor lámpara
que la tormenta agita
aletean como pájaros blancos en el espacio de un bosque
quemado
plumas en las cenizas
así fue que estamos descorazonados
así es de sospechoso nuestro impermeable que sacude la
lluvia. Una naturaleza muerta que mueve su aliento
cinematográfico, su atmósfera de conspiración en almacén
cerrado ¿para qué iniciar una conversación?
bordo "dalias negras" ceremonias para una muchacha
asesinada en un sótano
nada que preguntar nada que pedir
esquela dejas en letrinas insinuaciones dejadas a un
contestador automático blues que gimen en cráneos
vacíos como un órgano en una catedral inundada
sobreentendidos que no pueden explicar ni esos grumos
de ceniza en el mantel
un taco de billar que se te incrusta en la sien y te arroja en
estos sótanos
así fue que estamos descorazonados
de qué hablar? Mira mi corazón como un puño cerrado
que quiere golpear
nada de Novios de muchachos que te corran la silla
nada de sutiles deferencias. Aquí hay aguada para que
descansen las bestias y sigan, en el polvo deshaciéndose;
manada que subyuga la sed y el hastío espanta
nada que retener un paisaje de cardos, el pobre azul
de esas flores que dilata el calor
será que estoy triste y el estallido de vidrios en el mosaico
acerca aquellos latidos
violáceo crespón escurriéndose entre paredones de
curtiembres
eran otros los sótanos eran otras
torturas
y la memoria, como un reducidor de cabezas, aprieta sus
imágenes en cajas cada vez mas estrechas
¿qué pedir ahora que pesó tanta sombra
sobre nuestros suaves vientres estériles?
¿qué esperar ahora? La espumosa noche
crece como un mar de lonas negras
y son friolentos los dedos sobre las cucharas de plata, los
dátiles, sobre el lento cabello que la lluvia ilumina
derramado en la espalda
de tajos en la lengua son estos años,
de paladares negros de lobos sin idioma
¿para qué iniciar una conversación? Pídeme la vida que
es tan poca cosa en este país
esta pampa de sótanos donde ningún Señor pregunta a
Caín
"¿dónde está tu hermano?"



en los vestuarios permanecen encajados
los fieltros de los sombreros, unos sobre otros,
y la sombra maquilla las sedas de un reflejo agónico.
la torpeza es el agua que alzamos con la
mano y no alivia la rodilla raspada en escalones que se
repiten en un ascenso carnívoro
¿existe una poética del amo y del esclavo?
¿quién es la sirvienta que limpia las manchas de sangre
en su corazón?
ella agota sus labios en pedir y no es
calma lo que quieren los intranquilos. Es sólo la tristeza
que puede llevarse con un sombrero negro entre plátanos
blandos.
Seré una desviación de pasto en la pendiente, una lengua
de yuyal en el barro. Serán desahuciados los hombros que
la enagua deja descubiertos
los alambres separan la uvas del pasean-
te en una tierra sembrada. Ves huéspedes donde sólo lle-
gan intrusos con linternas
vivo de escamas separadas
vivo de mutilaciones
sonriente a los pies inundados. Despierta entre casas de
tolerancia.
no es calma lo que quieren los asfixiados
pedir macetas en el balcón laureles en el estante de la
cocina un hogar sobre la nuca quebrada algo que
viva en las manos como un animal de fiebre
dime qué lugar en las sábanas
dime qué rezo bajo las cúpulas altísimas
dime qué final ayer y antes, cuando era una niña y ya
pedías mi muerte
estoy sólo para ser asesinada
quiero ser tu sirvienta en el crimen
y quiero ser la criatura que hace perverso un filo.
es suave la caída del terraplén sobre la avenida. Los
camiones saturan de faros el pavimento hasta convertirlo
en un páramo blanco y en el deslumbramiento, el vestido
flota como un bandera rendida
es una conversación secreta que se sorprende en la alcoba
contigua una lámpara volcada que comienza el
incendio
y te marchitas en ese raspar de luces en la velocidad.
dime lo que quieres en el asfalto abierto
como una cuchillada en la planicie
dime lo que pides, Leonor
qué buscas en la niebla, antigua, adherida al agua negra,
pantano que desbordas
y entonces, ayer, cuando eras niña y llegaban las frases de
las visitas desde el cuarto en que estaba la estufa
eras torpe
y las medias caídas sobre los tobillos acentuaban las
piernas torcidas.
No querías contacto con esas bocas pintadas, con esos
rostros afeitados del día anterior. Sus mentiras tenían la
carne blanda de un molusco. Reían con desprecio.
Tardaban en retirarse lo que la tarde en quitarse del
ligustro
palabras como hojas picantes que se prensan en un cuenco
de jade desprendimientos de un fondo estancado,
enjoyado de batracios cicatrices
y atrás días que se evaden como humo del pastizal
quemado
atrás atrás los pájaros que picotean escarcha
y eras extraña y sin caricias
y pasabas las noches contando las formas romboides del
alambre.
gallineros plumas en el calor maíz
desparramado en una tierra gris. Pocas palabras para
relatar esos granos, ese suelo seco y desviado hacia
extremos del tapial gallinas agónicas cuando atardece
y quedan goteando sangre en la noche porosa
y atrás eras niña y ya pedían tus cabellos atados. Ya
querían olfatear tu sangre como la de un ciervo
y la tormenta comía los límites del parque. Me lavaba las
piernas, como un amante, con una esponja embebida en
aceite
qué pides, leonor? qué espera esa niña
que miraba? qué temor guardas?
desobedece sin temblar
eras escurridiza y lagañas de sueño hacían amarilla tu
frente
eras vana y desprolija retama crecida en la intemperie
torcido el delantal rígido de almidón
eras descalza en la tierra invadida de cardos
y con zapatos blancos en el parquet encerado.
no había arrepentimiento en tu boca
y del castigo guardo la trenza, quitada al rape desde la
nuca.
desobedece sin temblar
duerme en esas anchas maderas. Ajusta los labios otra vez
sobre el hilo de costura. Devora tu almuerzo de arroz con
hongos verdes
extasiada en tu pequeña soledad donde se mueven lentas
las manos del amante. Como un disco rayado, tan antigua,
te repites en su corazón
desobedece sin temblar. Todavía es tarde.



¡oh; la vida que existe en los libros de
aventuras infantiles, para recompensar-
me a mí que he sufrido tanto ¿me lo
darás tú?
-Arthur Rimbaud-
lejano, lejano
parpadeo del reloj en la intimidad de la sombra.
Huyen por el desfiladero embozados de amotinadas
capas.
La congoja de mis labios fue antes, en una copa que por
minutos mordí.
Ahora retiro con un pañuelo rouge, espuma rota
los vidrios quedaron quebrados en la alfombra.
Anchos mantos retroceden en el desfiladero con un
estertor de pájaro alcanzado por la piedra. El tango
completa el gesto de las piernas una forma de acercar
el cigarrillo a la boca, herida que abre el rostro para que los
besos se retiren
lejano, lejano
comprometerse a esas manos que apartan el pesado
cabello de la frente y luego devorar la ceniza pequeña que
ha quedado en el mantel.
Estoy para perder tantas veces como
caigan los dados de una forma maltrecha
estoy para los grandes acontecimientos: un patio con un
foso al fondo donde serán sumergidos los ahorcados, un
pabellón de cal y las enfermas tocándose las ropas, el
hundimiento de los barcos cargueros con pimienta negra
y perlas de Malasia, con aceite crudo y navajas de Sevilla
yo estoy para las mutilaciones para los
mancos con voz profunda con sus únicos cinco dedos
alzados, agitados en su incapacidad de extrangular.
Como en un estuche, mi frente es la perla bajo las
placas de fiebre.
Los lisiados desnudan sus rodillas para acercarlas al mar
y fatigados dejan que el agua oprima sus mansas piernas
incompletas
lejano, lejano
soy para los asmáticos el puñado de hojas que quema la
estufa; el espinazo de pánico en el descarrilamiento del
Metró Port de Clinancurt - Port de Orleans
y la sospecha de los devoradores encapotados apostados
en el desfiladero
lejano, lejano: ¿dónde estaba Dios cuando
te fuiste? el tango propone reprochar
escribir como un jadeo
retener ese bote que quiere deslizarse en el pantano con mi
cuerpo atravesado en la quilla rozar esa cicatriz que el
paisaje dejó en los párpados
estoy para rezongar
para cubrir de trébol la nuca del sonámbulo y lentos
canales de sueño desagüen en esa cabeza neutra, de
cabellos cortados al rape. Cabeza errática en la mesa
desnuda; evoca otra posesión, otra intensidad en los
cubiertos. Las cabezas descubiertas, desprotegidas entre la
fuerte circulación de las voces, de las copas donde el trago
es de ansiedad. Nadie quiere ser consolado.
Saturan esas manos que rozan la garganta. Perturban esos
dedos las sienes escamadas de los que sólo quieren
reposar
y estoy para abrir las cajas de música y escuchar los
sollozos de las muchachas que abrieron otras cajas de
música otras puertas de cuartos de hotel sus blusas
con botones de nácar abrieron uno a uno desprendían los
ojales del corazón y miraron con una aflicción de bolero
las piernas de los hombres.
Estoy desnuda de situaciones poderosas. Si alguien me
llamara desde una ventana oscura una voz que empu-
jase mi nombre en la noche una voz descarnada con
el rostro retrasado en la penumbra la desdicha de un
barco guiado hacia el crecimiento de corales y el sonido de
la brusca intemperie, de los mansos utensillos ahogados.
Una voz en la sombra grita un nombre y promete otras
zonas (y mi nombre es de reina dos veces construida y
dos veces exiliada; fue hecho para el amor cortés, para las
sofocaciones).
La resonancia de una palabra es tan alta tan
penetrente la atmósfera de un nombre que el amante
desatento no encuentra donde abandonar el cuerpo
desmayado de Leonor hecho de criaturas perplejas, de
vacilaciones, la boca turbia de tierra: es mi reino que comí
para que no me lo quitaran.
Mi nombre gritado desde esa alta formación de vidrio,
desde un ácido encierro
y yo seré más buena seré un cachorro que alza sus
lúcidos ojos a la promesa de una voz. Tendré el encanto de
los que perdieron siempre.
Estoy para los grandes acontecimientos
para dormir con Robin, el de los bosques.